Carlos Machín, responsable del pub Kapitel y de la discoteca Palco, ambas propiedad del empresario Evaristo González Reyes, uno de los más activos y cuestionados en la noche lagunera, murió la noche del martes asesinado por dos pistoleros en el aparcamiento de la Escuela Oficial de Idiomas de La Laguna, en La Verdellada. Machín recibió al menos dos balazos, en el cuerpo, uno en el pecho y otro en la cabeza, aunque los vecinos de la zona llegaron a escuchar hasta ocho disparos. Machín estaba implicado en el caso Corredor, una compleja trama empresarial sobre estafas, ilegalidades y desfalcos a la Seguridad Social, pero no era testigo de la pieza 21, que será vista el próximo 7 de mayo, tal y como ayer se corrió por los medios, sino que estaba investigado en una pieza específica que se ocupa de un fraude de más de 4,5 millones de euros a la Seguridad Social.

A lo largo del día de ayer, desde la mañana, las redes -y también algunas ediciones de los periódicos digitales- hirvieron con noticias sin contrastar, que incluían la detención de dos sicarios colombianos -autores del asesinato- en el aeropuerto de Barajas, o el suicidio de otro de los empresarios vinculados a la trama, cuando ninguna de esas dos informaciones tenía nada que ver con la realidad. La facilidad con la que hoy en día se propagan rumores, medias verdades y falsedades en las redes acaba por contagiar también a los periódicos, aumentando el miedo y la alarma social, ya de por sí desatados ante un crimen terrible y brutal, obviamente realizado por profesionales, y con la clara intención de eliminar a una persona molesta. ¿Para qué? ¿Para dar un escarmiento? ¿Por un ajuste de cuentas? ¿Para silenciar algo que sabía y podía haber implicado a otros de los afectados por las causas del caso Corredor?

Es difícil pronosticar si este asesinato planificado con extraordinaria precisión, algo inusual por estos pagos nuestros, podrá ser aclarado alguna vez. Lo lógico sería suponer que sí, aunque es verdad que uno tiene la impresión de que el caso Corredor, a pesar de las cantidades manejadas en una sucesión de estafas encadenadas, que salpica a una red de 38 empresas, no parece ser un asunto de suficiente magnitud como para que se produzca un asesinato con esta precisión y brutalidad. Pero el caso Corredor es un caso con perfiles singulares: no solo afecta a un porcentaje importante de personas vinculadas a la noche lagunera, y a locales frecuentados y muy conocidos en la ciudad. También fue un caso utilizado contra el entonces candidato Fernando Clavijo, para lograr que no pudiera presentarse a las elecciones, en sustitución de Paulino Rivero. La pieza del caso que implicaba a Clavijo fue archivada justo antes de las elecciones de 2015, pero los mismos medios y periodistas que alentaron entonces la sospecha contra Clavijo han recordado ahora con complacencia que el archivo se produjo por suspensión de unas grabaciones. Por las redes circulan ya comentarios descabellados y miserables. Uno piensa que no todo puede valer ni en esta profesión nuestra, ni en política. De lo que estamos hablando es de un salvaje asesinato, de la vida segada de un ser humano. No es un asunto para hacer bromas o difamar a adversarios políticos. Las sociedades se construyen manteniendo una cierta dosis de intolerancia contra lo inadmisible. Y aquí lo inadmisible puede estar a punto de ser cruzado.