Llevamos años escuchando que la tasa de autoabastecimiento en Canarias es irrisoria, que nuestra agricultura ha demostrado su fracaso e incapacidad para atender siquiera una parte mínima de las necesidades alimentarias de la población residente y visitante de las islas. Años hablando de que la agroindustria local no cumple ninguna función social, y que la agricultura es una actividad socialmente inútil que si se mantiene en un futuro cercano será solo por su valor paisajístico. Todo eso es falso: un estudio de la Universidad de La Laguna, relativo al autoabastecimiento entre 2012 y 2016, realizado por encargo de la Consejería de Agricultura del Gobierno regional, sitúa en el veinte por ciento el índice de autoabastecimiento alimentario en las islas realizado con productos exclusivamente locales, atendiendo a su valor comercial. Ese porcentaje se eleva hasta el 35 por ciento cuando se contabiliza el valor comercial de cualquier alimento consumido en Canarias que incorpore algún producto local en su transformación. Y el porcentaje se dispara hasta casi el 55 por ciento si se trata de establecer el valor comercial de los vegetales no transformados que se consumen en las islas. En cristiano: el 55 por ciento de los alimentos vegetales no transformados que se consumen en las islas se siembran, cultivan y recogen en las islas. Esa misma cifra es del 22 por ciento para la pesca y del 18 por ciento para la producción de leche y carne. Es una estupenda sorpresa.

Antes de que fuera presentado este estudio, realizado por el Grupo de Investigación de Economía Agroalimentaria en Canarias, la percepción admitida consensualmente era que el autoabastecimiento no llegaba a la décima parte del consumo. Una cifra sin soporte científico alguno (nadie es capaz de explicar por qué se ha barajado siempre un dato tan lejano a la realidad) y que disparaba todas las alarmas, dando por cierta la incapacidad del sector primario regional -agricultura, ganadería y pesca- para contribuir a la ingesta diaria de los isleños. Es cierto que la insuficiencia en producción de proteínas sigue siendo patente -apenas supera el 17 por ciento del valor energético del total de los productos ganaderos que se consumen en las islas-, pero también lo es la fortaleza de la agricultura canaria como proveedor de vegetales -papas, frutas, verduras, legumbres- a la dieta canaria.

Con los datos ofrecidos por la ULL sabemos ahora que el 54,6 por ciento de los vegetales sin transformar que se consumen en Canarias se producen aquí -una cifra superior a la de muchas regiones continentales europeas- y eso es una extraordinaria confirmación de que la agricultura de las islas aporta valor y riqueza no solo a la economía regional (en cuyas rentas habría que incluir productos vegetales no comestibles, como flores, árboles, humus, semillas), sino también -y sobre todo- al abastecimiento y consumo alimentario, medido en peso comestible, contenido calórico y valor económico. Una noticia de gran alcance y extraordinaria importancia, que advierte de la necesidad de cuestionar otras leyendas que cuestionan sistemáticamente el modelo de desarrollo económico que sostiene Canarias en mejores estándares de desarrollo que el resto de los archipiélagos de la Macaronesia. Una noticia que debe suponer un acicate a la hora de apoyar la producción local y su consumo, e incentivar la creación de puestos de trabajo, áreas de cultivo y ganadería, e industrias transformadoras que permitan aumentar el autoabastecimiento y reducir la dependencia alimentaria y su corolario en coste económico y ambiental.