Pablo Iglesias no ha tardado demasiado en empezar a poner condiciones a su incondicional apoyo a Pedro Sánchez. El primer amago fue explicar que Sánchez debería dimitir si pierde la moción de censura contra Rajoy, es decir, hacer exactamente (aquí ironía) lo que hizo mismamente él mismo cuando perdió la que presentó también contra Rajoy en julio de 2017, de la que tanto él como sus votantes y la mayoría de españoles parecen haberse olvidado por completo. Iglesias, especialista en montar circos de tres pistas, ya se apunta a impulsar una nueva moción de censura si la del PSOE no prospera: será presentada por Podemos, con un candidato que no sea él mismo -para allanar el camino a un acuerdo con Ciudadanos-, y cuyo objetivo sea sacar a Rajoy del poder. Será después del viernes, cuando la derrota de Sánchez, le haya obligado a hacer lo que él no hizo: dimitir. Eufemísticamente, quedarse "fuera de la política".

Iglesias tiene la extraña habilidad de decirles a los demás lo que tienen que hacer, sin que eso valga para él mismo. Lo mismo da que se trate de comprarse una coqueta dacha campestre para criar a la prole, que de dimitir si una censura no prospera. Lo que vale para los demás no tiene por qué valer para él mismo?

Y resulta que este sorprendente personaje, armado de dos varas de medir, según se trate de él o los demás, es el único apoyo seguro (es un decir) con el que hoy cuenta Pedro Sánchez. El socialista ha caído en la trampa de osos que le ha montado Iglesias: si no consigue destituir a Rajoy, Iglesias pedirá su dimisión, y si lo consigue, que no sueñe ni por asomo que va a poder gobernar sin el concurso de Podemos. Porque una cosa es ofrecer al PSOE el apoyo incondicional (es un decir) para derrotar a Rajoy, y otra muy distinta (es otro decir) que Sánchez pueda montar gobierno sin pagar peaje. El peaje lo anunció ya ayer Iglesias: "queremos un Gobierno progresista con el máximo respaldo parlamentario posible. Nadie en su sano juicio defendería un Gobierno sostenido por solo 84 diputados". Obvio. Sólo un totufo monumental podía creerse lo del apoyo incondicional, viniendo tal promesa de un estudioso de Maquiavelo como es el profesor Iglesias. La decisión de Sánchez de intentar gobernar en solitario unos meses, para "devolverle al país la dignidad", cree Iglesias que es "irresponsable". El PSOE deberá buscar "los apoyos para construir un Gobierno estable". O sea, un reparto de carteras al estilo de ya saben: el PSOE se queda con las obligaciones sociales, y Podemos se queda con todo el Estado: la defensa, la justicia, la policía, los servicios secretos y la tele, para crear "un escenario de diálogo que permita resolver la cuestión territorial". Ese vuelve a ser el escenario.

Sánchez ha hecho el primo al fiarse de Iglesias. En el PSOE apoyaron la moción porque creían que "ocurra lo que ocurra, el PSOE gana". Si no sale la moción, será porque el PSOE no se ha comprometido ni con los antisistema de Podemos ni con los neoetarras de Bildu, ni con los "indepes" del PdeCat y Esquerra. Y si suena la flauta y al final sale la moción, habrá Gobierno y eso lo cura todo.

Pero la cosa pinta de otra manera: si no sale la moción, el PSOE y su líder habrán demostrado que son incapaces de batir al PP, trabajo para el que Iglesias se ofrece con su segunda censura en menos de un año. Y si Sánchez gana, para poder gobernar tendrá que dejar que sea Iglesias quien mangonee el Gobierno y quien protagonice "un escenario de diálogo para resolver la cuestión territorial", ese ''escenario'' soñado por Iglesias, que haría saltar al PSOE en pedazos y dejaría al país al borde mismo del colapso y la ruptura.

A Pedro Sánchez se la ha vuelto a jugar el mismo. No aprende.