Pablo Casado se tomó ayer un rato de descanso en su apretadísima agenda para asistir en la Corte a un almuerzo de ministros juramentados contra Soraya, celebrado solo unas poquitas horas antes del inicio del Congreso ese en el que el PP se va a tirar los trastos a la cabeza como entrenamiento previo a tirárselos al Gobierno de Sánchez. El sistema de primarias es lo que tiene: si no logra hundir a un partido, por lo menos hace que se hable de él.

A lo que iba: al almuerzo, una suerte de "boda roja" a lo Juego de Tronos, pero sin escabechina final (Soraya no andaba cerca), acudieron la flor y nata de las tropas enemigas, el sindicato al completo de perjudicados en el Gobierno por la vicepresidenta con más poder de la historia de la Democracia española. Entre los presentes, además de la señora Cospedal, que aún no se ha recuperado del soponcio de quedar fuera de la pelea, el ex de Justicia, Rafael Catalá, el de Exteriores, García Margallo, la de Agricultura, Isabel García Tejerina, la de Sanidad, Dolors Montserrat, el de Interior, Juan Ignacio Zoido, y renacido para la ocasión, nada menos que el ministro Soria, que seguro que no avisó que iba, porque no es que sea de mucho lucimiento contar entre los que te apoyan con un exministro al que pillaron mintiendo con los "Papeles de Panamá" y tuvo que dimitir. En fin, que de los contrarios a Soraya solo falto Aznar, pero su espíritu estaba: había arrimado ya el ascua a la sardina de Casado descolgándose con una gracieta: la de que él no iba a defender a ninguno de los candidatos a presidir el PP, no como Rodríguez Zapatero que ya se había pronunciado por Soraya, el tío listo. Puñalada.

En fin, que con Aznar (no de cuerpo presente) la asistencia del selecto grupo de damnificados de doña Soraya al comiloncio en el "Jay Alai", un rancio pero carísimo asador de Madrid, permitió a Casado presumir de contar con "las dos terceras partes del Gobierno". Eso demuestra que presumir se le da muy bien, pero contar no tanto: los ministros en cuestión no suman las dos terceras partes, ni la mitad, ni la cuarta parte de los ministros de Rajoy. Lo que Casado ha reunido es a un puñado de poncios y poncias enfadados con la exvicepresidenta, unidos por el despecho a esta más que por su afinidad con Casado (dos de ellos incluso compitieron con él en las primarias), con la voluntad de perjudicar aún más la candidatura de la exvice, demostrando que al joven imitador de Aznar no solo le apoyan los afiliados y el organigrama, sino también los que compartieron Consejo con Rajoy. Rajoy, sin embargo, no parece estar muy contento con la forma caníbal en la que se está desarrollando su postpresidencia: dicen quienes saben que el gallego incluso ha hecho algún movimiento para contener el disparate de anuncios destructivos y vídeos infames que estos días han serpenteado por las redes. No parece que le haya salido muy bien, porque Casado volvió ayer a acusar a su colega Soraya de ser la responsable del desmadre catalán. Las primarias, ya dije.

Después de comer, los exministros reunidos casualmente emitieron un muy casual comunicado aplaudiendo la juventud de Casado, su experiencia, y su capacidad de integración. De su currículo no dijeron nada, y eso que tiene don Pablo un currículo muy inflado. Mientras, la malvada Soraya también almorzaba con los suyos. Comieron pizza. Había menos ministros: es sabido que a los ministros de derechas de verdad la pizza les produce flatulencia.