Este bum de altos cargos y asesores, embajadores extraídos de la misma ejecutiva, un filósofo para la empresa pública de suministro del uranio, no obedece a una gran reforma del Estado o a una cohesionada mayoría política dispuesta a abrir un periodo histórico nuevo. Cuenta Hannah Arendt que la propuesta más sugestiva del nazismo era la que instauraba una honda propensión humana: La de que todo fuera posible. No había límites para el deseo. El presidente transitorio, nuevo rico de la política, superado por el goce alcanzado por un juego de fortuitas oportunidades, con la apetencia insaciable del aprovechamiento intensivo de ellas, en tanto duren, se lanza a su combustión más rápida. Y saca pecho y gafas que no ocultan gran pobreza espiritual y sueños de grandeza y aprovechamiento. Hacer del Estado un ámbito confortable, decorado a su gusto personal como propio, y sacarle el máximo jugo para él, familia, amigos, y feligresía inmediata, es el comportamiento exacto del agraciado -una vez- por la lotería y los sueños que permite. El gobierno de los sueños y la celebración cómplice. Una apuesta familiar. Nunca ha habido tal inflación de altos cargos públicos, ni tan elevadas sus retribuciones. Hablan de 500. Los agraciados, una suerte de súbditos, son los que se han mostrado serviles al doctor Pedro Sánchez en sus días de zozobra, laberintos, golpes de efecto continuos, logomaquias. Era un aventurero reactivo a la resignación, pero de perfil plano, riesgo controlado y negocio rápido. Un doctor en rendimientos y escalas.

El doctor Sánchez, en coherencia con esa transitoriedad, ha creado una figura que no es solo nepotismo, aunque lo abarca completamente, ni llega a ser totalitarismo (pero atiende a la gran tentación del inconsciente colectivo de izquierda) sin que tampoco sea clientelismo, de tanta virtud socialista. Es mucho más doméstico, los beneficios repartidos a manos llenas entre la camarilla cortesana del PSOE que apoyaron a este Gary Cooper de "Solo ante el peligro" son celebrados por una nutrida y exclusiva tropa de burócratas asilados de por vida en el PSOE, y airadamente "descamisados" por obligado contrapunto. Pero el partido ahora quiere hacer su política, la única que le queda. La militancia del PSOE sin ideas, razones ni pensamiento, quiere que su ideario, una suma de posturas publicitarias sea acometido como una gran revolución. Que sea posible ponerse todas las camisas según convenga: la feminista, ecologista, el puño en alto, paz, emigración, antifranquismo… Que pivote en los titulares de prensa, con una rigurosa estrategia de guiños.