Están a lo suyo, que es como lograr seguir donde han entrado por la ventana y escalando sobre los hombros de quienes se los han puesto para luego sacarles hasta la hijuela. Los de Iglesias, la tele y los separatistas, la soberanía. Están a eso y solo con eso, muy felices y contentos repartiéndose alborozados centenares, ya casi mil, cargos de confianza y pasta gansa, que llevaban siete años sin catarlo y se nota el ansia. Pero, resuelto lo de su bolsillo, pareciera que el de todos, o sea la economía, es cosa que no les importe en demasía. Deben suponer que como eso se lo dejó resuelto Rajoy, gobiernan con sus presupuestos a los que contaban satánicos y ahora cantan como arcangélicos, la cosa ni menearla, que dará frutos por sí sola y que ellos serán quienes los recojan y vendan como propios aunque fuera el trabajo ajeno.

La jugada les ha venido saliendo estos tres meses y más cuando tienen todos los altavoces a su servicio para pregonarlo, pero puede empezar a torcerse. Estas cosas de la economía, si no se riegan y se atienden como es debido, parece que no pasa nada, pero resulta que un día pasa todo y se ha socarrado la planta. Los síntomas no se notan mucho de principio y se pueden soslayar como cosita pequeña, pero se van acumulando, este por aquí, el otro por allá, y no pasa nada, que era lo que decía ZP y mentía, a sabiendas, Solbes, y un día pasa. El símil vale también para Cataluña, donde qué exagerados éramos y se nos acusaba de catastróficos porque decíamos que los separatistas, a lo que iban, ¡qué barbaridad!, era a la secesión de España.

No es esto decir que se barrunte una crisis como la pasada. No se atisba todavía tal cosa. Pero empiezan a salir sarpullidos preocupantes. El crecimiento se está reduciendo y perdiendo fuerza. Se darán con un canto en los dientes si se supera el 2,5%. Algunos indicadores han pasado del verde al amarillo. Las ventas minoristas ya han ido a la baja en julio y las de las grandes empresas se han ralentizado. El índice de producción industrial pierde impulso. El déficit comercial ha empeorado sustancialmente, las importaciones han supuesto bastante más que el monto de lo que hemos exportado. El consumo eléctrico está yendo a la baja. Y un apunte añadido: hasta marzo entraba capital extranjero, 18.000 millones ese mes, pero ha empezado a salir con intensidad creciente: 800 millones en mayo y ya mas de 11.000 se han fugado en junio. De la prima de riesgo aquella tan mentada tampoco nos ocupamos, pero de llegar estar por los 80 puntos ya anda por los 120. A lo mejor Ferreras tiene que volver a sacarla.

Algo pasa y algo se nota. El índice de confianza económica ha arrojado un resultado preocupante: el más bajo desde abril de 2017. Y la confianza es en este sector algo muy importante y hasta cuantificable. Decisivo. Si se pierde, adiós la luna. Y no va a ayudar mucho cuando el genio que los podemitas aportan al asunto, Sánchez Matos, se queda tan fresco diciendo que no importa nada las cifras, que los Estados no quiebran, que da igual lo que se haga, se endeude uno o se despilfarre. Vamos que bien claro está en Venezuela, ahí los tienen donde han llegado con sus bien pagados consejos, mas de 7,2 de euros que se sepa a la cúpula podemita sin contar con lo de Monedero, que venía aparte: un éxodo de 2,5 millones de personas huyendo de la represión, la dictadura y el hambre. De lo que sabemos poco porque en la tele ni se mienta la bicha no se vaya a enfadar Iglesias.

Nada de esto llega ni es noticia. Va por ahí debajo, en estado larvario. El sobresalto primero suele ser cuando todo ello afecta ya al empleo. Y eso puede estar muy próximo. Agosto suele ser un mes incierto en ello, aunque sufre numerosas desafiliaciones a la Seguridad Social. Uno y otro dato pueden ser significativos e indicadores de por donde viene el viento. Que puede empezar a soplar en la dirección contraria. Rajoy se despidió con la mejor EPA de la serie histórica el trimestre pasado. 469.900 empleos más. No sé por qué me da que Sánchez y su tropa mediática no van a querer hablar nada de economía. Que lo suyo es Franco. Pero me parece a mí que desenterrar un muerto no da para muchos puestos de trabajo.