Hay quien se sorprende de las actitudes y comportamientos del president Torra en los últimos días. No entiendo por qué. Me parece muy lógico que Torra esté dispuesto a enfrentarse a su propio conseller responsable de los mossos y quiera echarlo del Govern. La policía catalana ha tenido el atrevimiento de hacer cumplir las leyes e impedir que los vándalos de los CDR hicieran lo que Torra les pidió que hicieran, apretar, vomitar pintura amarilla sobre las casas de sus enemigos, cortar autopistas, agredir turistas que no hablan catalán? Es lógico que a Torra no le guste que su policía le lleve la contraria. Y también me parece muy lógico que quiera Torra abrir en Cataluña un proceso de guerra civil "pequeñita" similar al que vivió Eslovenia durante diez días y costó la vida a solo 62 personas, muy poquita gente. Torra sabe perfectamente que haciéndose fotos bajo un cartel que dice (en catalán) que es "gente de paz", o protagonizando minihuelgas de hambre de 48 horas, no va a conseguir forzar la legalidad que ahora torea con absoluto desparpajo. Lo único que va a conseguir es adelgazar un poco.

Mientras Torra se comporta con toda lógica como el independentista que es, alguien decidido a lograr por cualquier medio la separación de Cataluña de España, aunque sean menos los catalanes que la quieren que los que no la quieren, el Gobierno del Estado (un Estado que es hoy más líquido que sólido y en Cataluña lleva camino de resultar completamente gaseoso?), mientras, digo, el Gobierno del Estado silba como si con él no fuera la cosa. No entiendo que nadie se asuste ahora de las cosas que hace y dice Torra. Este Torra que ahora nos altera con sus comportamientos es el mismo tipo que hace no tantos años se refería al conjunto de los españoles con comentarios racistas, es el mismo energúmeno que eligió Puigdemont porque necesitaba poner al frente de Cataluña a alguien que fuera más radical que él, alguien al que las leyes, el derecho o el bienestar de sus vecinos le importara una higa, alguien lo suficientemente sectario y dogmático como para no ceder ni ante la realidad, ni ante los suyos.

Y así, mientras aquí, pasados los Pirineos hacia el Sur, Torra nos entretiene con sus ocurrencias de independentista viejo, o lo hace Comín, o lo hace Rufián, Europa se deshace poco a poco en el caos: Francia se enfrenta a una de las mayores y más radicales protestas sociales desde mayo del 68, con el presidente Macron, el mirlo blanco que era la gran esperanza europea para frenar la política ultra, al borde del colapso. En Italia, el hombre fuerte del Gobierno de los radicales de la izquierda y la derecha, Matteo Salvini, gobierna el país desde el Ministerio del Interior, imitando a Mussolini, incluso en la vestimenta y el lenguaje. Su última aparición, enardeciendo a los romanos contra las políticas de Bruselas, parecía haber sido directamente escrita por mr. Bannon, ahora de retiro en Londres. Observando cómo allí todo puede ocurrir, incluso que el reino de Su Majestad Graciosa acabe roto por la imposible aplicación del "brexit". Solo Alemania permanece estable, aunque el goteo de la ultraderecha no para de crecer, y la fiable Merkel ande ya recogiendo sus papeles. Mientras Europa parece perdida en un tiempo de decadencia y crisis política, Estados Unidos aprieta el acelerador de la guerra comercial con China, y su presidente bufón presume de recibir el aplauso de los chalecos amarillos. Y enfrente, Rusia se rearma, como en los viejos tiempos de la Guerra Fría? Vivimos la etapa más explosiva y peligrosa a la que se ha enfrentado Europa al menos desde la invasión soviética de Checoslovaquia. Mientras el fanatismo, el odio y los nacionalismos se disparan.

¿Y quieren que me preocupe por Torra? Si esto sigue por el camino que va, en unos años nadie se acordara siquiera de él.