Laura, maestra de 26 años. Asesinada sin piedad. Sueño de juventud roto por una bestia más propia del infierno que de este mundo. El monstruo ya había matado a una anciana de 80 años. Sería inútil recrearse en los detalles de este drama. Tardaron tres días en detener al animal y todo el mundo lo sabía. Laura pasó tres días agonizando hasta morir. ¿Cómo es posible? Los vecinos lo sabían, la Policía también, todos lo sabían? ¿Cómo es posible que no se hiciera una detención preventiva, un registro? ¿Qué nos está pasando??

Bestias de este tipo no son reinsertables en la sociedad. Es duro pero es así. Aquí tienen el ejemplo. ¿Y ahora qué? Después de los minutos de silencio, el sentimiento de culpa y los homenajes póstumos, ¿ahora lo de siempre? ¿Un mes de titulares en los medios y luego el olvido? Sí, el profundo dolor del olvido. Ni un mes. Con las Navidades ahí, lo esconderemos "en el salón y en el ángulo oscuro", como decía Bécquer.

Espero que algún día entendamos que lo hemos hecho rematadamente mal. Que 26 años de una chica ilusionada ya no los devolverá nadie. Cada mes sigue ocurriendo lo mismo, la muerte, y seguimos igual: en el día de la marmota. Al final, como he escuchado tantas veces en la película "Blade Runner", todo se perderá como lágrimas en la lluvia. Lagrimas por Laura, por todas las víctimas y por los sueños rotos?