Organizar un Consejo de Ministros en Barcelona debe ser una experiencia tan enriquecedora como montar un concierto de AC/DC en el claustro de un convento cisterciense; una aventura igual de inolvidable que las tardes en las que el Conde Draco nos enseñaba a sumar que uno más uno eran dos. Pedro Sánchez debió perderse un par de capítulos de "Barrio Sésamo", a tenor de la adición con la que se va a firmar hoy un convenio de carreteras que deja un sabor amargo en el paladar de los que viven convencidos del hecho de que el Estado "chulea" a Canarias. La realidad ofrece escasas dudas: desde que el PSOE desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa recuerdo al menos tres faltas graves del Estado hacia el Archipiélago: el tortuoso debate sobre el 75% para la subvención de billetes entre Canarias y la Península, el parche que AENA quiere poner en Tenerife Sur y el devaneo originado con los convenios.

Sánchez no tenía plan. Se sacó de la manga una alineación de ministros que, salvando las distancias, parecía la nómina de jugadores de la NBA seleccionados para jugar el partido de las estrellas entre las conferencias Este y Oeste. Un "All Star", curiosamente, al que no fue convocado ni un solo canario. A cambio, en estos seis meses, ha tenido que ir pagando complicidades -sobre todo en tierras catalanas y valencianas- que resultan tan impopulares como el trasvase del Ebro, una decantación en forma de millones de euros que desaparecen en las Islas y se invierten en el Mediterráneo. ¡Eso no lo consigue ni Harry Houdini!