Si 2018 ha sido el año del doble vuelco -la llegada del PSOE al poder nacional sin pasar por las urnas, impensable poco antes, y su desalojo de la Junta de Andalucía tras la contienda electoral- en 2019 el cambio puede ser mucho más importante y puede dejar una España irreconocible. ¿Ingobernable también? Seguramente difícil de gobernar y, sobre todo, gobernable de otra manera. Todos los partidos, sin excepción, saben que se la juegan en el año que empieza, pero no parece tan claro que tengan clara la estrategia que tienen que seguir. El PSOE de Pedro Sánchez, que cada día más gente, dentro y fuera del partido, cree que tiene poco que ver con el PSOE original, va a tratar de retrasar todo lo que pueda la convocatoria electoral, pero la fecha final no depende del presidente sino de los acontecimientos: la posibilidad de contar con unos Presupuestos, el conflicto catalán, cada vez más enquistado y menos negociable, la disputa interna y, sobre todo, los resultados que se produzcan en las elecciones de mayo. Aguantar o morir. Si los resultados no son buenos, Pedro Sánchez volverá a tener los días contados. ¿Cuántas vidas tiene? Seguramente más que ideas de fondo para gobernar España y resolver sus problemas. En la banda izquierda, más extrema, Podemos es un valor en baja. Y eso es tan malo para Pablo Iglesias, que quiere ser gobierno real, como para Pedro Sánchez, que necesita sus votos para sobrevivir. (Es curioso que hablemos tanto de la extrema derecha y tan poco de la extrema izquierda, tanto del resurgir del fascismo y tan poco de la supervivencia del comunismo, igual de anacrónico y caduco, y tan culpable de causar millones de muertos como el fascismo). Su experiencia de gobierno en ayuntamientos importantes no merece el aprobado. En 2019 sabremos si Podemos está para quedarse o se convierte en algo residual. En el otro lado están PP, Ciudadanos y lo que algunos llaman la extrema derecha y que parece más la "derecha cabreada" -con algún añadido de cabreados de otras ideologías o sin ideología-. Andalucía da alas a PP y Cs, pero todavía ninguno de los dos se ha resituado en el nuevo mapa y un fracaso electoral podría ser definitivo para ellos. Tampoco sabemos de verdad cuál va a ser el crecimiento real del Vox, pero muchos datos indican que la suma de los tres puede desalojar a la izquierda de ayuntamientos y comunidades autónomas. Con algún peaje, eso si. Y, por último, Cataluña, porque en el País Vasco todo parece estable, al menos de momento. La cuestión catalana marcará el futuro de las grandes capitales de esa comunidad, pero también el del resto de España. Ha influido en los resultados en Andalucía y puede hacerlo en otros muchos lugares. Tal como están las cosas hoy y con la política errática y de gestos ineficaces de Pedro Sánchez, no hay que descartar ninguna posibilidad. Pero un mal resultado de Torra y Puigdemont puede dar todo el poder a ERC y un mejor resultado de los constitucionalistas -Ciudadanos se juega allí mucho más de lo que parece- podría ayudar a un cambio. Se la juegan todos los partidos casi a una sola carta. Pero, sobre todo, nos la jugamos los ciudadanos. Y en este 2019 tenemos algo muy importante: voz y voto. Hay que levantar la voz y hay que ir a votar sin excusa. Para no tener que callar y aguantar otros cuatro años.