Pedro Sánchez suspendió hace un par de días su visita a Canarias para asistir al acto conmemorativo del Estatuto de Autonomía, un acontecimiento institucional de celebración de la aprobación del nuevo Estatuto de Canarias, que se celebra mañana en el Alfredo Kraus. Un acto protocolario de relevancia, cuyo sentido es participar colectivamente del éxito que supone -casi quince años después de iniciarse su negociación- haber logrado un acuerdo en torno a la reforma. En un tiempo en el que la política se despeña por la deslegitimación del otro, la radicalización frentista y el conflicto territorial y entre partidos, la aprobación del Estatuto de Canarias, realizada por consenso de las principales fuerzas políticas, y sin el más mínimo roce con el ordenamiento constitucional, es algo que toca celebrar.

El Gobierno regional, organizador del acto, invitó al presidente Sánchez a estar en la celebración de la entrada en vigor de nuestra carta magna y ley orgánica española. Sánchez aceptó la invitación, para desentenderse pocos días después (en una suerte de pataleta) tras las críticas surgidas desde los partidos, las fuerzas sindicales y empresariales, los medios y la ciudadanía de las Islas, contra las decisiones presupuestarias de su Gobierno. Lo cierto es que llovía sobre mojado: Sánchez viene comportándose con Canarias y sus representantes políticos con un talante más bien godo. Cada vez que ha tenido la oportunidad de hacer un gesto de acercamiento a las instituciones isleñas, ha optado por lo contrario. Parece escocido por la abstención de la diputada Ana Oramas en la moción de censura contra Rajoy. Ya se ha dicho que a Sánchez no parece preocuparle lo más mínimo quedar fatal con quienes hoy representan a las Islas: no mandó ni a un ministro a la cumbre de regiones ultraperiféricas, un acto presidido por el rey Felipe sin un ministro al lado, y por dos veces se negó a encontrar un hueco para recibir a Clavijo cuando visitó Lanzarote, primero para un acto en la Fundación Saramago, y luego para su vacacional retiro navideño. Ya en eso demostró poca cortesía, rematada después con la decisión de no acudir a un acto de marcado carácter cívico y constitucional. Un acto que define la voluntad de los canarios de defender nuestros fueros e intereses desde el respeto a la Constitución y la lealtad a España.

A cambio, ayer anunció el PSOE que Sánchez sustituye al ministro Ábalos en un encuentro de munícipes socialistas a celebrar el sábado en Las Palmas. En Canarias, Sánchez prefiere ejercer de secretario general de su partido que de presidente de los españoles (canarios incluidos). Es una lástima, hay una clara pérdida de referencias y valores en este PSOE sanchista: Sánchez se siente quizá más cómodo compartiendo espacio con Torra, como su compañera Idoia Mendía, secretaria general del Partido Socialista de Euskadi, comparte risas con Otegui. A fin de cuentas, ambos -Torra y Otegui- pertenecen a fuerzas políticas que le han hecho presidente: es Sánchez, por decisión propia, medio presidente, el presidente solo de quienes le votaron.