Quiero pensar que el maestro Roberto Cantoral andaba embelesado con otro asunto que no fuera el ultimátum que Pedro Sánchez le planteó a Nicolás Maduro hace siete días cuando escribió la letra de "El reloj"; que ese bolero casa mejor con una historia de amor que con la epopeya humanitaria que se "respira" actualmente en Venezuela. Se acabó el tiempo. O los venezolanos van a las urnas, o este conjunto de calamidades se va a desfigurar hasta alcanzar unas proporciones dantescas. Confieso que me sigue costando entender cómo un país tan rico -en mi defensa debo decir que su industria petrolera hoy no se mueve en los parámetros de hace una década- no tiene reparos a la hora de organizar colas a golpe de cartillas de racionamiento. Admitiendo mis mermas en temas geopolíticos que tienen su epicentro en China, lo que ocurre al otro lado del charco no parece que vaya a tener una salida por la vía rápida. ¡Esto no se arregla para ya!

A Maduro le importa un pimiento que los socialistas españoles le digan con la boca pequeña que su país debe superar estas heridas de forma democrática. La alta cúpula castrense, formada por una corte pretoriana de generales, va a permanecer a su lado hasta que la situación se haga irreconducible. Dentro y fuera de las fronteras bolivarianas hay muchos favores que pagar. El tic-tac internacional no parece inquietar al heredero de Chávez, pero, por si acaso, él querrá atarse a esta canción: "Reloj, no marques las horas".