Hay una agresividad en las calles que no es normal. Y no me refiero al atraco hace dos días en una sucursal bancaria en Tacoronte, donde tres empleados fueron aterrorizados a punta de pistola, o al sucio cobarde que el fin de semana apuñaló a una dependienta en una tienda en La Laguna para coger 60 euros de la caja. Eso cuesta una vida. Menos mal que la trabajadora está viva.

Me refiero a que locura de la gente comienza a no tener límites. Hace unos días observé cómo dos tipos se escupían en la calle porque uno tardó en salir del semáforo. ¿Qué les cuento del fútbol base, donde cada fin de semana hay agresiones? Ayer vi cómo un elemento que pedía en una esquina se encaró con un conductor que no quiso darle dinero. Casi llegan a las manos y vino la policía. Me dicen que en las fiestas nocturnas, la gente joven espera ansiosa a ver dónde se produce la pelea habitual, para contemplarla cual espectáculo gratuito y grabarla en móviles. Como si del circo romano se tratara.

No sé donde va a acabar esto, pero pinta mal. Me dirán que soy un pesimista o tristón, pero no veo signos de diálogo, ayuda o buen rollo. Todo lo contrario, veo agresividad, dosis crecientes de discriminación, kilos de violencia y bastante desidia. Igual estoy viendo la botella medio vacía. Como ya he escrito alguna vez, menos mal que mañana vuelve a salir el sol.