Uno no se acostumbra a noticias de este calado. "Mata a su madre, la descuartiza y se come parte de los restos que guardó en varios táper". No. Esto no es el argumento de la próxima novela de Stephen King. Tampoco ocurrió en un punto extraviado de la selva africana. Este suceso se gestó en el distrito madrileño de Salamanca. A estas alturas de la película nadie puede negar ya que la actual sociedad está perdiendo humanidad. ¿Hay solución? Esa es la cuestión que debemos plantearnos ante situaciones que quiebran las reglas más elementales de la moral humana.

Nos hemos inmunizado. Hoy en día pocas cosas consiguen generar el horror que descubrimos en las páginas de la Divina Comedia o sentados en la butaca de un cine mientras Brad Pitt y Morgan Freeman desenredaban Seven. Leer las páginas de sucesos sigue provocando morbo, pero no sorpresa. Desconozco si el debate que se ha creado en otros escenarios -la independencia de Cataluña, la espiral de elecciones en la que nos hemos metido o el cambio climático- están oscureciendo las zonas en las que maduran las tragedias, pero tenemos un problema. Y es que mientras unos se centran en la interpretación de los informes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), otros son incapaces de atajar una violencia que descarrila una semana, y la siguiente también, en un periódico, en las redes sociales o en los diálogos estériles al amparo de un café.