Lo ha hecho el brasileño Bolsonaro: ir a Israel y definir allí el nazismo de Adolf Hitler como un movimiento de izquierdas. A la mayor parte de sus electores les da exactamente igual que eso sea cierto o falso. Como les da igual que el mismo Bolsonaro, presidente elegido de la mayor democracia de América Latina, inste a los militares como él a conmemorar el golpe de Estado militar de 1964 que instauró una dictadura de 21 Años en Brasil. A los seguidores de Bolsonaro les da exactamente igual lo que diga o haga Bolsonaro. No le siguen por lo que hace o dice, sino por lo que -a través de sus mentiras en Facebook- ha logrado hacer creer que dicen sus adversarios o que sus adversarios quieren hacer. Bolsonaro, como la mayor parte de los políticos reaccionarios o populistas que logran hacerse con el poder, lo consiguen no por lo que ellos representan, sino por lo que hacen creer que representan los otros. Trump logró la presidencia -con casi tres millones de votos menos que Hillary Clinton- porque millones de estadounidenses se creyeron las mentiras que él y la cuerda de manipuladores dirigidas por el activista archimillonario Steve Bannon, lograron vender sobre Hillary Clinton. Desde la de los asesores de Hillary que descuartizaban niños en el sótano de una pizzería, hasta la presentación bastarda de sus correos, filtrada por agencias controladas por el Kremlin. El brexit es hoy una realidad insensata porque millones de británicos fueron vapuleados algorítmica e individualizadamente, por programas de desinformación política, diseñados para hacerles creer que el brexit era la solución a todos los problemas del país, decadencia económica, inmigración, desempleo, halitosis mañanera? En Italia la política de la mentira ha logrado que la izquierda populista y la derecha xenófoba gobiernen juntas, en Hungría que la mitad del país esté dispuesta a apoyar la desaparición de la justicia independiente, y en Turquía hasta le han colado a una nación entera un autogolpe de Estado para poder limpiar las administraciones de disidentes y exterminar a cualquier opositor belicoso. La política de la mentira lo contamina hoy todo: la sedición catalana se vende como la garantía de la prosperidad de Cataluña en Europa, el bloqueo presupuestario de los independentistas al Gobierno como un heroico acto de valentía de Sánchez, o la mezquindad económica del Gobierno de España con Canarias como un acto de respeto. Y no me caben muchos más ejemplos, pero los hay para llenar páginas y páginas de periódico.

La verdad es una construcción, cada quien tiene su propia visión de las cosas, y en una sociedad tan compleja como la nuestra, nada es del todo verdad ni del todo mentira? Pero lo que se hace hoy en política no es desentrañar la complejidad o asumir la confusión, lo que se hace es mentir a sabiendas. Decir que el nazismo fue de izquierdas, que el PSOE no es un partido constitucional o que es lo mismo Vox que el PP y que Ciudadanos, eso no es simplificar, es mentir a conciencia.