El periodista cultural y escritor Sergio Vila-Sanjuán, que hoy ha presentado la novela con la que ganó el premio Nadal "Estaba en el aire", considera que el periodismo cultural está cerrando un círculo de oro. "Nació con la democracia, tuvo una gran expansión, pero hoy está condenado a reinventarse".

"Soy optimista por carácter -explica a Sanjuán- y veo la situación sin pesimismo ni discursos apocalípticos y sin esa melancolía universal que existe. Hay que cambiar, reconvertirnos, buscar nuevos medios, nuevas formas, pero lo que está claro es que, aunque la cultura sufra hoy por su supervivencia, el interés por ella crece y crece".

Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) lleva años ejerciendo el periodismo cultural. Especialista en el mundo del libro, actualmente dirige el suplemento "Culturas", de La Vanguardia, actividad que compagina con la escritura. Su primera novela "Una heredera de Barcelona" fue su primera novela y en ella ya el autor tiró de la memoria familiar como materia literaria.

En esta primera novela Vila-Sanjuán, recreaba las vivencias de su abuelo, abogado y periodista en los convulsos y violentos años 20, con luchas entre anarquistas y patronos, y en esta nueva ficción, con la que el pasado enero obtuvo el premio Nadal 2013, Vila-Sanjuán vuelve a recurrir a la memoria familiar, pero ya en los años 60.

En "Estaba en el aire", que desde esta semana está en la calle publicada por Destino y que hoy ha sido presentada por el periodista Iñaki Gabilondo, el autor ha puesto la lupa en la biografía de su padre, un publicitario que trabajó para el programa de Radio Nacional de España "Rinomicine le busca", un antecedente de "Quién sabe donde", de RTVE, que conducía Lobatón y que buscaba personas desaparecidas.

Un programa que tuvo mucho éxito en toda España y que buscaba a desaparecidos, entre ellos, muchas personas víctimas de la guerra civil. Y un espacio que las autoridades y la censura vigilaban de cerca y que le sirve al autor de hilo conductor de una trama en la que ejercen de protagonistas los responsables del programa en pugna con las autoridades del poder político de la época.

Todo ello contextualizado en una Barcelona de los años 60, que pasaba del blanco y negro al color, como ha dicho hoy Iñaki Gabilondo, con el nacimiento de una sociedad de consumo, con la implantación de empresas industriales modernas como SEAT, la expansión del 600, la aparición de electrodomésticos en las casas o el nacimiento de la publicidad.

"Unos años llenos de contradicciones -dice el autor-, en los que todo este desarrollo tiene que convivir con la censura y el franquismo", y en donde en Barcelona convivía una derecha hedonista y franquista, que quería pasarlo bien, de fiestas y yates, pero "sin querer que cambiara el marco político", recalca el escritor.

En este sentido, Vila-Sanjuán cree que se ha escrito mucho sobre la "gauche divine", la izquierda burguesa catalana de los años 60, pero no sobre la "droite divine" (derecha), cosa que él recupera en estas páginas.

Esta descripción de la burguesía catalana se combina también con una zona de marginación en Barcelona en esos años, que tiene su protagonismo en la novela con las barracas del barrio de Somorrostro, al lado de la playa de la Barceloneta, que cambió su rostro con los Juegos Olímpicos de Barcelona en el 92.

Así, Barcelona es protagonista también de la novela, pero solo como excusa. Porque, para el autor, esta ficción quiere ir de lo local a lo universal, ya que, en su opinión, el contenido de la novela es un reflejo de la España en aquella época.

"Estaba en el aire" teje historias paralelas como estratos y en ella también adquiere un especial protagonismo una bella mujer muy unida al poder, pero condenada a un grave situación por vivir precisamente en ese momento político, además de un publicista y un joven que llega a Barcelona en busca de su madre que trabaja en la SEAT.

Escrita de forma ágil y directa, fruto del oficio de periodista, Vila-Sanjuán cree que una de las cosas que también están cambiando como consecuencia de la irrupción de internet, es la forma de escribir. "En el siglo XIX, los escritores se recreaban en lo mínimo, en el detalle de una alfombra al entrar en un cuarto, por ejemplo, pero con la aparición del cine también se cambió la forma de escritura. Se hizo mucho más rápida y ágil, y no pasa nada, solo evolucionamos", concluye el autor.