Nació en Alemania, se instaló en Valencia y es bibliotecaria. Olivia Ardey es una de las firmas con más peso dentro del género romántico que se fabrica en España. "Este es un mundo que está dominado por las mujeres, aunque poco a poco el hombre se está lanzando a escribir en este registro porque sabe que nuestras lectoras son muy, muy, muy fieles", avanzó una escritora que el pasado viernes firmó ejemplares de su tercer libro en la capital tinerfeña. "Alguna que otra lectora no ha tenido reparos a la hora de decirme que en cierta ocasión se me fue la mano con una escena de sexo", confiesa la creadora de "Bésame y vente conmigo".

¿Qué pueden hallar los lectores en "Bésame y vente conmigo"?

Sonrisas y una historia muy divertida que les mantendrá pegados a este libro hasta su última página. Es una trama de nuestros días que tiene un final feliz.

¿Los libros continúan teniendo ese poder balsámico para evadirnos de la cruda realidad económica?

Ahora es cuando las artes escénicas tendrían que tomar la iniciativa para entretener y aliviar a la gente de sus problemas. Otra cosa es que tengan medios para hacerlo y, además, que cuenten con el respaldo de políticos y empresarios. La lectura tiene un gran poder de evasión, pero es cierto que hoy existen otras prioridades.

¿Arriesgó mucho eligiendo el seudónimo Olivia Ardey?

Mi primera novela se desarrolló en el oeste. Una trama romántica de vaqueros y me daba algo de repelús ver escrito Montserrat debajo del título; porque mi nombre real es Montserrat... Ya que la vida me ha dado la oportunidad de cambiarme el nombre decidí ponerme el más chulo que pude encontrar.

¿Cómo decidió pasar de salvaje oeste a unos viñedos de Teruel?

Yo me estrené con un "western" romántico ("Dama de tréboles") que algunos me vaticinaron que nunca llegaría a publicar en este país porque hace cuatro años, que fue cuando la mostré a los editores, se estaba vendiendo mucha regencia inglesa y otros estilos más vendibles. Fue la primera novela romántica de vaqueros y escrita por una española que se publicó en España. Dos años más tarde le llegó el turno a "Delicias y secretos en Manhattan", que fue otro riesgo que decidí correr porque existían pocas novelas ambientadas en el Nueva York de los años 20. Ahora opté por crear una historia contemporánea que se desarrolla entre Teruel y Las Vegas, que en principio son dos ciudades que tienen muy poco que ver pero que me está dando tantas alegrías como las dos anteriores.

¿Por qué el catálogo de autores de novela romántica sigue dominado en más de un 90% por las mujeres?

No lo sé... Y la verdad es que hay autores que lo harían realmente bien en el género romántico. Sí. Hay muy pocos, no solo en España sino en el extranjero. Igual, si tuviéramos que sumar los hombres que están en este registro literario los podríamos contar con los dedos de una mano y seguramente nos sobraría alguno. Yo podría nombrar tres americanos, uno italiano y un par de ellos españoles. Este es un mundo que está dominado por las mujeres, aunque poco a poco el hombre se está lanzando a escribir de nuestras cosas porque sabe que este tipo de lectoras son muy, muy, muy fieles... Yo tengo algún que otro hombre, pero el 95% de mis seguidoras son mujeres que leen muchísimo.

¿Cree que aún es posible lograr una igualdad de sexos entre los lectores de historias de amor?

En este género los hombres son habas contadas, o igual es que no se atreven a hablar conmigo. En la primera novela se atrevieron porque vieron algo que les sonaba a las películas del oeste que programan en la sobremesa, pero no. No sé si es una cuestión de sensibilidades, pero estas historias son claramente de chicas; de chicas que pueden tener 14 ó 70 años... Las mujeres estamos mucho más predispuestas a leer un libro que tiene un final feliz. Eso sí, yo trabajo en una biblioteca y le aseguro que alguna que otra vez he visto a unos señores leyendo novelas románticas.

¿Vivir entre libros no le resulta agobiante o aburrido?

No. Al revés. Muchos de mis amigos me dicen que tengo el trabajo que ellos sueñan tener... Vivir entre libros es uno de los placeres que me puedo permitir. Leer es soñar, pero escribir es vivir otras vidas. Ambas son muy interesantes.

¿Por qué cuesta tanto admitir que en casi todos los libros siempre se cuela algo de amor?

Puede que sea porque en este país hacer un libro romántico te condena a estar en un rincón de una librería. No vea la alegría que me dio ver un día a "Bésame y vente conmigo" en la estantería de novedades junto al de Elvira Lindo o la biografía del Papa.

¿Y el sexo; cómo es posible que tenga tanto protagonismo en un género tan romántico?

Entre otras cosas, porque las portadas de hoy en día ya no son tan rancias en las que aparecía una mujer sumisa... Alguna que otra lectora no ha tenido reparos a la hora de decirme que en cierta ocasión se me fue la mano con una escena de sexo. Este género ha cambiado mucho con respecto a lo que se publicada hace diez años. El sexo en la novela romántica tiene dos rombos, y a veces hasta tres.