Juan Carlos, de 43 años, llegaba cada día a su hogar tras una dura jornada de trabajo. Allí le esperaban su mujer y sus hijos y pagaba sus facturas. Hace dos años perdió su empleo de taxista, y el año pasado hasta su licencia. "Me quedé sin trabajo, casa y familia; lo perdí todo", y pasó varias noches durmiendo a la intemperie hasta que descubrió el programa Café y Calor de Cáritas, donde permanece en la actualidad para dormir bajo un techo y recibir una comida caliente. Su familia vive también ahora en un hogar de acogida de la entidad social.

Juan Carlos es solo uno de los miles de canarios cuya vida ha sido quebrada por los efectos de la crisis económica y que han generado un nuevo perfil del demandante de ayudas: "Personas que tenían un empleo, hogar y familia y que ahora no tienen nada y están ahogadas por la desesperación de haberlo perdido absolutamente todo y no saber cómo salir adelante", explica Leonardo Ruiz del Castillo, presidente de Cáritas en la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

Similar es el caso de Isornam, un ciudadano de Angola, de 45 años, que llegó al Archipiélago hace trece años. Aunque quería escribir y publicar libros, la vida le derivó a trabajar en la construcción. Con este empleo mantenía a su familia aquí, una pareja e hijos que vivían con él en su hogar. Las circunstancias provocaron una separación conyugal y que su familia viva en la actualidad con la hermana de la madre de sus hijos. Pero fue la pérdida de su empleo lo que hizo que comenzara un recorrido por diversos albergues y casas de acogida, sobre las cuales ha escrito un libro que le gustaría publicar. En la actualidad, su hogar es Café y Calor, "un lugar donde encuentro refugio, una familia y una salida a mi situación".

Pero este no es único perfil de los usuarios del programa de Cáritas afectados por la crisis, "muchos jóvenes acuden aquí porque la situación de sus progenitores ha llegado a tal límite que ya no pueden mantenerlos en el hogar familiar y deben buscarse la comida y el techo en otro lugar", explica Fernando Rojas, coordinador del proyecto de Cáritas, quien destaca que han pasado de atender a personas de más de 50 años a tener usuarios muy jóvenes.

Este es el caso de Manuel, un joven de 30 años que vivía con su madre, pero que por diversos motivos, entre ellos la falta de recursos económico tuvo que abandonar la casa familiar. Manuel lleva cuatro meses en esta situación, "e intento trabajar en cualquier cosa que vaya surgiendo, pero no hay empleo para los jóvenes".

A estas personas cuya vida se truncó se suman aquellas que ya se encontraban en una situación de exclusión, "y que también han resultado golpeadas por la crisis empeorando su situación", detalla Rojas.

Por fortuna para estas personas diversas entidades sociales cuentan con programas de ayuda para que puedan cubrir sus necesidades más básicas, como es Café y Calor, un proyecto de acogida de Cáritas que desde hace más de trece años ofrece aseo, cama y comida para las personas que están en exclusión social en Tenerife.

Ubicada en la avenida de Bélgica, la casa de acogida tiene capacidad para 25 personas y funciona en horario nocturno: desde las 20:00 horas, cuando abre sus puertas, hasta las 8:00 horas, momento en que los usuarios deben abandonar la vivienda.

A medida que van llegando a la casa, Fernando recibe a los usuarios y les entrega los productos básicos para una buena higiene (gel, champú y una toalla); el inmueble cuenta al menos con dos baños con varias duchas cada uno.

Los usuarios traen su propia ropa para cambiarse, que en la mayoría de las ocasiones ha sido obtenida de roperos de colectivos sociales y lavada en lugares dispuestos para ello por estas mismas entidades, como es el caso del servicio de lavandería que ofrece Cruz Roja en La Cuesta, a donde son derivados por los educadores del programa de Cáritas.

Mientras los usuarios se asean, varios voluntarios que acuden cada día a la casa preparan la cena, que se sirve a partir de las 21:00 horas en el comedor del inmueble. Este modesto habitáculo cuenta con una encimera donde se coloca la comida ("un plato de contundencia") para ser servida y una pequeña mesa central donde colocan el pan y la fruta. Los usuarios esperan sentados alrededor de la mesa en sillas de plástico, contando con pequeñas mesas del mismo material para apoyar el que, a veces, es su único plato de comida que han tenido ese día.

Una televisión y un pequeño patio exterior con vistas a la avenida de Bélgica sirven de entretenimiento hasta el momento de descansar, las 23:00 horas. Esta es la hora límite para apagar las luces.

Sus colchones no son gruesos y cómodos y no cuentan con habitación propia; varias literas, vestidas con ropa de cama limpia (que ofrece Cáritas), se reparten en diversos dormitorios. Allí permanecen hasta el amanecer, momento en que deben levantarse para ingerir el modesto desayuno que Café y Calor les ofrece cada mañana, tras el cual abandonan el inmueble, al que no pueden regresar hasta que caiga de nuevo la noche.

Es a esa hora de la mañana es cuando finaliza la labor del programa de Cáritas, pues funciona como un albergue para las personas en exclusión.

Pese a que sus funciones se limitan a ese horario y dar comida y cama, Cáritas ha querido ampliar su servicio, y ha puesto en marcha desde hace unos meses diversos cursos, como clases de idiomas que son impartidas por los usuarios extranjeros del proyecto, aunque "solo clases de habla del idioma, no de la gramática", destaca el coordinador del programa.

Cabe recordar que Café y Calor es un proyecto muy básico, pues en él no se asiste a los usuarios para que puedan encontrar empleo e insertarse en la sociedad, y además su uso tiene limitación temporal. "Se les da una estancia de unos tres o cuatro meses como máximo, que se puede llegar a ampliar un poco según el usuario", explica.

Los requisitos para acceder a este servicio son muy básicos, pero una vez finaliza la estancia, y según la evolución del usuario Cáritas los deriva a otros centros, como la Casa de Acogida Guajara, que también pertenece al programa Sin Techo de Cáritas.

Este proyecto es más exigente que Café y Calor, pues se obliga a los usuarios a cumplir reglas más estrictas, y se enfoca el trabajo en la inserción laboral, de forma que se obliga a los usuarios a acudir a todas las entrevistas de trabajo, "de lo contrario se les expulsa".

Pero la casa de la avenida de Bélgica también exige una serie de reglas de convivencia y asistencia. "Si el beneficiario se ausenta tres días seguidos se le quita la plaza, pues tenemos una larga lista de espera para poder acudir a este servicio, la cual se ha incrementado en cerca de un 30 por ciento por la crisis", explica Rojas.

"Al tratarse de una convivencia entre 25 personas de origen nacionalidad y personalidad muy diferente -continúa-, se pide una convivencia basada en el respeto y las buenas formas. Aquellas personas que generan conflictos también son expulsadas de este programa".

De ahí, y "para proteger su plaza", que el buen ambiente reine en la casa, aunque "alguna vez ha tenido que ir la policía, pues afrontar los problemas que sufren a veces es complicado".

Es esta corrección en la convivencia lo que ha hecho que, tras pedirlo los usuarios, Cáritas les permita pasar el día los domingos en la casa sin ningún tipo de supervisión, "algo que ha funcionado muy bien", concluye Leonardo Ruiz del Castillo.

El programa de Cáritas Café y Calor atiende a personas en riesgo de exclusión social o ya en ella. Su capacidad es para 25 personas diarias, y, aunque su horario es nocturno, los lunes y viernes atienden durante el día a las personas que requieren este servicio para recoger sus solicitudes.