Daniel García Pulido Fondo de Canarias Biblioteca General y de Humanidades, ULL dgarciap@ull.edu.es Yurena Sánchez y José María Mesa

Fuerteventura, como todo aquel espacio que acumula siglos en sus anales históricos y milenios en su recia geografía, es una isla plena de singularidades, de efectos y características únicas que la diferencian de territorios semejantes. A su reconocido y envidiable muestrario de playas y rincones de ensueño paradisiaco puede agregarse, sin temor a perder calidad en las sensaciones, todo un patrimonio tangible digno de figurar en cualquier itinerario turístico nacional, con la certeza de captar la atención de los visitantes. La inmensa mayoría de estos testimonios del pasado majorero y de las Islas viven bajo una atención y un cuidado exquisitos, tal si fueran mediadores entre los tiempos históricos y el presente, pero existen aún enclaves dotados de características únicas, portadores de un mensaje limpio y directo con el ayer, que duermen y languidecen a la espera de un tratamiento adecuado, de una lectura y un enfoque que les devuelva su esencia.

En el municipio de Pájara, al suroeste de Fuerteventura, la carretera conduce al viajero inquieto hacia una localidad cercana a la costa conocida bajo el apelativo de La Pared. La curiosidad empuja al recién llegado a descubrir la razón que otorga tanta importancia a un sencillo muro como para bautizar toda una región con su recuerdo, más aún cuando el medio rural isleño presenta mil y un testigos de ese trabajo titánico llevado a cabo por generaciones y generaciones de campesinos, de labradores, de jornaleros anónimos, en labores de despedregado y limpieza de las tierras volcánicas para habilitarlas para usos agrícolas. Y ese espíritu ávido de conocimientos llevará al visitante ante fragmentos intermitentes de un viejísimo muro conformado por la acumulación paciente de miles y miles de piedras sueltas, lienzos de pared, algunos de relativa extensión, otros desdibujados por el paso del tiempo, que quieren llevarnos en el tiempo, aunque pueda resultar asombroso, hasta la propia época aborigen de la isla, cuando los majos habitaban Fuerteventura en centurias anteriores a la conquista y construyeron esta pared en seis kilómetros de recorrido lineal para cubrir todo el ancho de la isla, de costa a costa, desde la localidad conocida como Laja Blanca hasta Sotavento.

Las investigaciones y estudios arqueológicos efectuados sobre este valiosísimo testimonio del pasado prehispánico de la isla están de acuerdo en definir el papel de esta pared como un elemento de afirmación de la legitimidad, certificando su objetivo de servir de muro de un espacio acotado (en este caso concreto de la península de Jandía), marcado para unos fines específicos dentro del esquema productivo y político de la entonces conocida como isla de Erbania.

Existen discrepancias sobre su utilidad ya que, frente a la interpretación de corte tradicional que pugna por su lectura bajo la visión de la organización política dual de la isla (la de sendos reinos o bandos llamados Guize y Ayoze), surge la versión documental que afirma categóricamente su funcionalidad pastoril, avalada por las antiguas actas del Cabildo majorero que han llegado hasta nuestros días. En un espacio intermedio se ubica esa creencia generalizada que quiere reunir la visión del estamento historiador y la etnográfica, al identificar este muro como un método de aislamiento y prohibición de entrada de ganado guanil o "de suelta", precisando su papel de "reserva última de pastos en situaciones de crisis ecológicas agudas". Con todo, lo que sobresale sin lugar a dudas es la importancia de esta sencilla pared, más cuando existen eruditos que apoyan que esa propia voz indígena por la que era conocida Fuerteventura en épocas ancestrales (Erbania) esconde en su significado una alusión directa a este singular elemento divisorio.

Investigaciones más recientes, nacidas del trabajo del estudioso Juan Pedro Martín Lutzardo, apuntan en esa señalada dirección de agrupar bajo "un rasgo distintivo y curioso" toda esta comarca de Jandía (resultante de la fragmentación derivada por la presencia del muro). Siguiendo las palabras de este investigador, "el Cabildo, mientras se configuró como el único ente administrativo de Fuerteventura, jamás ejerció su jurisdicción en la península de Jandía. Nunca ordenó el arreglo de camino o la limpieza de fuentes en la dehesa, no nombraba veedores, herreteadores o cadañeros por esta zona; es más, ni siquiera, aunque lo intentó, cobraba el derecho de quintos, por lo que en realidad Jandía permaneció, hasta la constitución de los ayuntamientos, en 1833, fuera del organigrama administrativo de la Isla, como un reino aparte de Ayoze y Guize, propiedad indiscutida de los señores territoriales y regida por sus soberanas voluntades o por la de los arrendatarios de turno".

Este aislamiento ha tenido su reflejo y su eco en la propia identidad sociocultural de la región, tal y como ha recogido la arqueóloga María Antonia Perera Betancort al apuntar que "Jandía es la única zona de Fuerteventura con una limitación cultural-geográfica conjunta, aunque todavía no sepamos bien a qué concepto corresponde. Nos resulta curioso cómo las personas que han nacido o habitado tradicionalmente en Jandía utilizan el concepto de "tierra adentro" para referirse a Jandía y "tierra afuera" para nombrar el resto de la isla". En suma, una pared que encierra una historia de confinamiento y de singularidad que trasciende su sencillo significado físico.

Las publicaciones patrimoniales al uso no dudan en afirmar que estamos ante "uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la isla", prestando especial atención asimismo a ese conjunto de hasta cincuenta y cuatro construcciones asociadas al muro en todo un repertorio de corrales, gateras, toriles... que no de certificar, sin ningún género de dudas, su clara función ganadera. Su recorrido puede trazarse desde su arranque en el litoral de Laja Blanca hasta la montaña de Pasa Si Puedes, "donde se bifurca en dos ramales: uno orientado hacia la mencionada Laja Blanca y otro dirigido hacia la Baja de los Erizos-Punta de Guadalupe. A partir de este punto, desaparece, como consecuencia de la construcción de la carretera y urbanización turística de La Pared, para reaparecer nuevamente en las laderas de las Montañetas de Pedro Ponce, desde donde continúa de forma ininterrumpida hasta la zona central del istmo de La Pared, corriendo paralela al cauce del barranco de Los Cuchillos, en dirección a Matas Blancas".

Desgraciadamente, todo lo explicado hasta este punto no es causa suficiente para que, en la actualidad, este recurso patrimonial mantenga señalización ni medida de protección alguna, con fragmentos importantes de su estructura desparramados en multitud de puntos a lo largo de su línea constructiva, seriamente amenazado por el avance de nuevas carreteras y pistas, de urbanizaciones y obras públicas diversas.

Plenamente convencidos de la fama de este emplazamiento entre todos los estudiosos y enamorados del pasado isleño, no deja de asombrarnos tristemente la pasividad vigente ante su lenta desaparición, ante su fragilidad, ante su desprotección, cuando desde todas las vertientes no deja de subrayarse su aspecto tan peculiar e interesante de nuestro pasado.

A las autoridades y hegemonías políticas les invitamos a abandonar esa tendencia a levantar monumentos o efigies de aborígenes atlantes, de reinventar personajes poéticos de escasa raigambre popular, para que rescaten esta tipología de parajes únicos que sí dan sentido a nuestra idiosincrasia y nuestro pasado. El nacionalismo que busca rememorar el pasado aborigen debería reconducir sus reivindicaciones hacia la salvación de estos espacios sacralizados, siguiendo pensamientos e ideales como los de Horacio, que fue siempre consciente de que "tras la muerte, no es en los mármoles conmemorativos donde perviven el aliento y la vida de los héroes", sino en su memoria, en su recuerdo vivo y efectivo, en estas piedras donde moran los espíritus de Guize y Ayoze.

Bibliografía

MARTÍN LUZARDO, Juan Pedro: Orígenes de la propiedad en la península de Jandía. - 2ª ed. rev.- Fuerteventura, 2003.

Patrimonio histórico de Canarias. [textos, Antonio S. Almeida Aguiar... et al.]. --[Canarias] : Dirección General de Patrimonio Histórico, 1998. v.1. Lanzarote y Fuerteventura.

SCHOLZ, Stephan: "La península de Jandía, Fuerteventura". Revista Rincones del Atlántico, núm. 3. La Orotava, 2006. pp. 82-93.

Sección de la pared que da nombre a una localidad del municipio de Pájara, en Fuerteventura.

A D. Rafael Delgado y Rodríguez,en testimonio de reconocimiento y gratitud por enseñarnos no solo a admirar ese patrimonio sino también a luchar activamente por su salvaguarda.