Una moneda acuñada en Samarcanda (Uzbekistán) hace algo más de un milenio forma parte de un tesoro hallado en La Rinconada (Sevilla), que esta compuesto por cientos de monedas del emirato omeya, lo que demuestra que Al-Andalus fue uno de los principales centros comerciales y estratégicos.

Las aventuras que corriera aquella moneda desde la lejana Asia hasta Sevilla debieron ir paralelas a la del soldado que la llevara en su bolsa, a las del comerciante que acarreara exóticos productos o a las del sabio que regresara de Oriente para impartir los conocimientos allí adquiridos entre sus discípulos de Al-Andalus, ha explicado el profesor Pedro Cano.

Esas eran las tres ocupaciones que justificaban hacer ese largo trayecto durante el emirato omeya (siglos VIII y X dC), aunque también pudo hacerlo de mano en mano desde el actual Uzbequistán, e incluso el actual Pakistán, atravesando Oriente Medio, y todo el norte de África hasta llegar a Sevilla puede que camino de Córdoba, la capital de entonces.

Especialista en numismática y profesor del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla, Cano ha estudiado algo más de 400 monedas de ese periodo halladas en los tesoros de La Rinconada, Aznalcázar (Sevilla) y Niebla (Huelva) que, halladas a principios del siglo XX, permanecían pendientes de estudio en el Museo Arqueológico de Sevilla.

En otros tesoros encontrados en Carmona o El Pedroso (Sevilla) se han catalogado monedas procedentes de Bagdad y Damasco, y además Cano ha estudiado otra colección de unas 300 monedas pertenecientes al califato andalusí (siglos X y XI), las cuales, aunque acuñadas en Córdoba llevaban la inscripción "Al-Andalus" como lugar de fabricación, lo que refleja su unidad política.

Cano ha clasificado igualmente monedas procedentes de Argelia y Mesopotamia, mientras que en Francia y lugares del norte de África han sido hallados dírhemes andalusíes (monedas de plata, cobre y bronce), otra muestra de los extensos flujos comerciales de Al-Andalus.

Entre las monedas estudiadas por Cano no hay ninguna de oro, pero sí de plata, cobre o cobre y bronce consideradas muy raras, ya que proceden de acuñaciones de 200.000 ejemplares, cantidad muy escasa en comparación con otros años en que se acuñaban cantidades millonarias, lo que el profesor ha achacado a decisiones políticas o a escasez de materia prima.

A esa escasez inicial hay que añadir el hecho de muchas de estas monedas eran refundidas para nuevas acuñaciones lo que, unido a su pérdida paulatina con el paso del tiempo, las ha hecho más raras aún.

Otras piezas están rajadas deliberadamente, agujereadas o tienen recortes circulares marginales ya que, según el profesor, se ensartaban en un cordel para conservarlas o transportarlas.

Los recortes a las monedas, sin embargo, se efectuaban con el ánimo de defraudar, de modo que al recortar cientos o miles de monedas se obtenía metal para fundir otras, lo que se consideraba un delito grave porque nadie salvo el emir o el califa podía acuñarlas.

La acuñación de moneda no autorizada se castigaba con la muerte porque equivalía a una rebelión política por suplantar la autoridad del emir o el califa, de modo que a los rebeldes que las fabricaron en Málaga, Granada, Córdoba y el sur de Jaén se les castigó crucificándolos.

La carga política y el significado de rebeldía que conllevaba la acuñación de moneda al margen de la ley era tal que, ha señalado Cano, Abd al-Rahman III no quiso o no pudo proclamarse califa hasta haber sofocado esa rebelión que ocupó buena parte de Andalucía Oriental.

Durante el emirato y el califato omeya el taller de acuñación o ceca más importante de Al-Andalus estuvo en Córdoba, dentro del alcázar califal, en el espacio que ahora ocupa el Palacio Obispal.