Sexualmente acomplejado y aficionado a los programas televisivos de Mary Tyler Moore. Así se muestra a "Salinger" en la biografía literaria y cinematográfica que acaba de ver la luz en Estados Unidos y que reabre el debate sobre la profanación del mito del escritor de "El guardián entre el centeno".

"Estoy cansado de que me paren en los ascensores y en las calles, de que se husmee en mi propiedad privada. He dejado mi posición clara durante treinta años. Quiero que me dejen absolutamente solo. ¿Por qué mi vida no puede ser mía?", decía Salinger, tal como recoge el libro escrito por David Shields y Shane Salerno.

¿Por qué, entonces, ambos escritores y documentalistas han decidido componer la que aseguran es la biografía definitiva incumpliendo la voluntad de uno de los personajes más pudorosos de la escena cultural del siglo XX?

El morbo caníbal durante sus años de reclusión devino carroñero tras su muerte y, tres años después de su fallecimiento en 2010, la nueva biografía se mueve entre el bombazo de asegurar que existe un legado publicable con consentimiento del "Franny y Zooey" (cinco libros que verían la luz entre 2015 y 2020) y la traición al personaje al que se acercan desde la veneración pero no temen expoliar.

Las críticas no se han hecho esperar por el fondo y la forma de ambas biografías, pues la obra literaria que salió a la venta el martes pasado está anunciada como "el libro oficial del aclamado documental" que se estrena este fin de semana en Estados Unidos.

"''Aclamada'' quizá sea un pensamiento de deseo, pero la palabra más dudosa en esa frase rimbombante es ''documental''", asegura el crítico cinematográfico del New York Times, A.O. Scott.

"Salinger se mudó a los bosques de New Hampshire (concretamente a la localidad de Cornish) en parte para escapar de las intrusiones y la indignidad de la cultura estadounidense de la fama. ''Salinger'' (la película y el libro) son la venganza de esa cultura", añade.

Poco novedosa en los temas consabidos de su vida -su experimentación religiosa, el trauma por su participación en la Segunda Guerra Mundial o su desagrado/culpa ante la obsesión de muchos psicópatas con "El guardián entre el centeno"- los autores se protegen con una gran cantidad de entrevistados, entre los que están Edward Norton, Tom Wolfe o la hermana de Salinger y sus dos hijos.

Sin embargo, Shields y Salerno no acaban de dar las pruebas definitivas del supuesto gran hallazgo del libro y confirman la hipótesis de las nuevas publicaciones con "dos fuentes independientes y separadas" y con argumentos tan imprecisos como que "numerosos testigos oculares informan de que Salinger escribía todos los días" o "en 1972, Joyce Maynard (su compañera entonces) lo oía mecanografiar todos los días".

"Salinger", por otro lado, entra en contradicción al mostrar al escritor activo, bailarín en la intimidad y congruente en su eficaz retiro durante décadas, a la vez que lo desglosa y saca conclusiones con una dudosa potestad psicológica, definiendo sus últimos años, antes de morir a los 91 años, como "una misión suicida a cámara lenta. El objetivo era desaparecer".

Y, por ejemplo, en su polémica relación con mujeres jóvenes, Shapiro y Shields concluyen que todo se debía al complejo de haber nacido con solo un testículo visto, lo que le hacía buscar "chicas sexualmente sin experiencia con las que sabía que era improbable llegar a una relación íntima o que, en el caso de que acabaran siendo compañeros sexuales, probablemente no tuvieran la experiencia suficiente para juzgarle".

A través de la citada Joyce Maynard desvela sus gustos cinematográficos (con "39 escalones", de Alfred Hitchcock, y "Horizontes perdidos", de Frank Capra, como algunas de sus películas favoritas), o su afición al programa televisivo de Mary Tyler Moore, a priori tan antitético a su creación artística.

Otra anécdota curiosa es que Salinger, al que siempre se le atribuyó como alter ego Holden Caulfield, protagonista de "El guardián entre el centeno", se planteó interpretar a su personaje en el cine.

Pese a todo, no hay que negar que entre la saturación y a veces reiteración informativa de la que Salerno y Shields hacen gala en el libro, también emergen destellos de autenticidad, como en los datos que se ofrecen sobre la relación de Salinger con su madre, Marie Jillich, que murió en 1968, tres años después de la última publicación del escritor, el relato "Hapworth 16, 1924".

"Mi padre dijo que siempre estaría agradecido a su madre, que le enviaba calcetines por correo cada semana durante la guerra. (...) Era el único chico que tenía los pies secos", explica su hija Margaret, mientras recuerda cómo él solía bromear recordando que le acompañó al colegio hasta los 26 años, "como todas las madres".