"Transfor-mó mi vida". Jesús Morales es un profesor venezolano que participó en el programa de formación permanente de docentes del centro Padre Joaquín, en Caracas, una de las experiencias que el movimiento Fe y Alegría ha puesto en marcha en Latinoamérica para promover la educación de calidad y que él mismo ha explicado en el informe "Derecho a aprender", elaborado por la ONG Entreculturas.

El concepto de educación de calidad que esgrime Entreculturas -organización de la Compañía de Jesús que en América Latina funciona como parte de Fe y Alegría- incluye los indicadores académicos y la adquisición de competencias para la vida que suelen medirse en los estudios internacionales, pero también la formación integral de las personas y la transmisión de herramientas "para desarrollarse en la vida y transformar la sociedad", detalla Valeria Méndez, quien ha pilotado un proyecto similar en centros españoles.

Valeria y Jesús, junto a Nicolás Riveros (Colombia), han visitado estos días Canarias para presentar el informe y relatar las experiencias que han implantado en sus respectivos países para demostrar que, con voluntad política y la implicación de la comunidad educativa, es posible alcanzar progresos en entornos castigados por la pobreza y la exclusión social.

El programa de formación del centro Padre Joaquín se inició en el año 2011 con la idea de preparar a todo el personal de Fe y Alegría -no únicamente el docente- en el país, siempre bajo la filosofía de "formar para transformar".

El proceso "ya está consolidado", según Jesús Morales, y ha dado "muy buenos resultados", de tal manera que ha trascendido los límites de la organización y ya se aplica en el sector público.

El distrito de Aguablanca, en la ciudad colombiana de Cali -una de las más desiguales del mundo para la infancia, según Unicef- acogió el proyecto en el que participó Nicolás Riveros, consistente en "una apuesta por incluir a la población con discapacidad" en el colegio Fray Luis Amigó.

"El primer gran reto fue convencer a todos de que era posible. La reacción inicial de muchas familias fue preguntarse por qué sus hijos, que no presentaban esas condiciones especiales, debían compartir aula con quienes sí las tenían", recuerda Riveros. El trabajo realizado ha conseguido normalizar la situación, y alrededor de 40 estudiantes con discapacidad y otros cien en situación de vulnerabilidad económica han sido integrados en el colegio.

La violencia y la indisciplina eran la tónica en el colegio La Paz, en Albacete, mientras que los resultados académicos eran muy bajos. La intervención decidida de la Administración y la alianza de padres, alumnado y docentes -que redactaron la carta de convivencia del centro- han obrado el cambio, en forma de progreso en el rendimiento, reducción del absentismo y mejor clima de trabajo y convivencia.

En el colegio madrileño de Padre Piquer, con un 40% de estudiantes de origen extranjero, el problema era evitar la exclusión. Para afrontarlo se puso en marcha un método "basado en la educación popular": las aulas multitarea, donde "el conocimiento se construye de forma colectiva". Ahora, el nivel de éxito académico supera la media española.