Ser pionero en algo no es ni sencillo ni frecuente. Pero aún más singular es ser el primero de España en poner en marcha una iniciativa como una "habitación de la ira", un espacio en el que romper todo lo que se ponga por delante como forma de liberarse del estrés y de cualquier tipo de mala vibración. Ese negocio precursor no está, al menos que sepa su dueño, ni en Madrid ni en Barcelona, sino en Tenerife, en el barrio de La Cuesta, concretamente en la calle Bentejuí.

El responsable del proyecto se llama Thomas Harthan. Durante 14 años vivió en la Isla, tuvo varios restaurantes y acabó regresando a su Alemania natal con el estallido de la crisis económica. Pero decidió irse de nuevo. Según relata, tomada la determinación de instalarse otra vez en Tenerife, su mujer tuvo conocimiento de que tanto en su país como en otros estados europeos y norteamericanos eran cada vez más habituales las llamadas en inglés "rage room". "Y pensé: Esto para Tenerife también vale", señala.

Es ese el origen de su singular apuesta empresarial, inaugurada hace menos de una semana y en la que los clientes romperán televisores, monitores de ordenadores, muebles, teléfonos móviles, estufas, jarrones o platos, al precio de 89 euros por media hora de destrucción. Mientras, una cámara instalada por Thomas en el cuarto muestra en una pantalla a los acompañantes del cliente la marcha de su proceso catártico.

La intención inicial de sus responsables era instalarse en el Sur, pero no les ha resultado fácil encontrar una nave industrial en la que los ruidos no supusieran un problema. Y terminaron en La Cuesta, donde, al menos hasta el viernes, aguardaban por sus primeros clientes.

Para mayor peculiaridad, se incluye incluso la opción de que los clientes lleven desde su casa algún objeto que les traiga malos recuerdos y que quieran romper, así como que estos pongan la foto de su "enemigo favorito" o una música determinada mientras dan golpes con con un bate de béisbol o una mandarria.