El Papa Francisco ha advertido de que ninguna religión está a salvo del "riesgo de desvío fundamentalista", durante la audiencia general de este miércoles 28 de octubre. La audiencia ha tenido un marcado carácter interreligioso porque han participado líderes y fieles de otras religiones para conmemorar el 50 aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II ''Nostra Aetate'', sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas y promovida por el Papa Pablo VI.

Francisco ha lamentado que la violencia y el terrorismo -cometido en nombre de Dios- han proyectado la sombra de "la sospecha o la condena" de las religiones, al tiempo que ha abogado por mirar a los valores positivos que son fuente de esperanza. "La oración es nuestro tesoro", ha exclamado.

Así, el Papa ha recalcado la esencia de este documento vaticano, que propone el "redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo", además del rechazo a "cualquier forma de antisemitismo y condena de toda injuria, discriminación y persecución que se deriva". El Pontífice ha precisado que lo mismo vale con los musulmanes.

En este sentido, ha reivindicado un diálogo "abierto y respetuoso", también con los no creyentes, para dar respuesta a los males que fustigan el mundo como el hambre, la guerra, la crisis ambiental, la violencia, el degrado moral, la corrupción, la crisis de la economía, de las familias y de la esperanza. Por ello, ha pedido que el mundo trabaje en el campo de las obras de caridad poniendo la compasión y la misericordia al centro de las acciones. "Los creyentes no tenemos recetas para solucionar estos problemas pero tenemos la oración. Tenemos que rezar", ha exclamado.

El Papa ha destacado que el documento salido del Concilio Vaticano II ''Nostra Aetate'' contiene la reflexión que renovó la mirada de la Iglesia católica sobre sí misma y sobre el mundo. "La Iglesia abrió el diálogo con todos pero fiel a la verdad en la que cree como la salvación para todos", ha concluido.

Finalmente, el Papa ha invitado a rezar en silencio, cada uno de los presentes en plaza de San Pedro según su religión, para ser "más hermanos y más servidores de los necesitados".