El hombre de hielo anunció ayer su renuncia. Y se emocionó. Mariano Rajoy se va. Y lo anunció ante sus barones, haciendo un discurso en el que puso en valor la tarea realizada por el Gobierno del que fue derribado. Recordando que había heredado un país en quiebra que hoy se encuentra en el camino de la prosperidad.

La política es olvidadiza y muy mal agradecida. Debe ser porque los peces no tienen memoria y ya se sabe que la vida pública es un charco lleno de pirañas carnívoras. Los que decían que Mariano Rajoy debería dar un paso a un lado, son los mismos que pusieron a parir a Aznar al día siguiente de anunciar que se piraba. Y eso que lo hacía en la cresta de una ola electoral. Claro que luego vino lo que vino: el baño de sangre del 11M del 2004. Y la derrota.

La oposición, que siempre está a lo suyo, analizaba ayer la marcha de Rajoy colgándose la fantasiosa medalla de haberlo llevado a esa inevitable decisión con la censura. Como si fuera una consecuencia lógica, cuando es un hecho que nadie lo preveía. Pero ante una audiencia idiota cualquier guión vale para la película. Aunque sea uno increíble.

En términos electorales, la decisión del ya ex presidente es una mala noticia para sus adversarios. Rajoy ha hecho lo mejor para su partido. Y muchos habrán suspirado con alivio. El PP tenía que afrontar, más pronto que tarde, una catarsis, una regeneración ante los ciudadanos de este país. Y ya se sabe que no pueden ser parte del futuro los que fueron piezas del pasado. Mariano Rajoy se ha marchado, además, con una estricta pulcritud muy a la altura de lo que ha sido su conducta en la vida política. Garantizando lealtad a su sucesor en el PP, como en una especie de envenenado reproche a José María Aznar. Y declarando que no va a intervenir para controlar su sucesión, que estará en manos de la decisión de su propio partido.

En una sociedad amnésica y profundamente frívola, Rajoy será historia en cuestión de poco tiempo. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Lo trascendente va a ser todo lo que crezca encima de su tumba política. Su cadáver político -y el de su equipo- será el abono para el relanzamiento electoral de un partido que va a tomar un nuevo aire frente a Ciudadanos y ante un Gobierno socialista en minoría, prisionero de unas imposibles alianzas con Podemos y los independentistas. Mal negocio es el de la víctima que depende para vivir de sus verdugos.

La oposición española, muy cristianamente, se ha pasado la vida concentrando en la marcha de Rajoy la expiación de los pecados judiciales del PP. Le pensaban eterno. Pues bien, el chivo se ha cortado el cogote ayer ante toda España. Ahora tendrán que cambiar a toda prisa el discurso. Ningún problema, por supuesto. Pero ante la gente algunos se van a quedar con el trasero al aire.