El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, Josep Borrell, ha tomado posesión de su cargo este jueves 7 de junio en una ceremonia en la que ha avanzado que España será la sede del Congreso Mundial de la Inclusión en 2020.

El ministro ha precisado que la noticia le fue avanzada por el presidente de la ONCE y representa "un ejemplo del reconocimiento internacional que hoy tiene España y al que este Ministerio tiene obligación de contribuir", ha dicho.

En su intervención, el ministro ha pedido a todo el personal de su departamento ayuda para desempeñar su tarea, en un momento en que se viven "tiempos difíciles" en España y en Europa.

"No les oculto que son tiempos difíciles, España se enfrenta quizá al mayor problema que puede enfrentar un país, el de la integridad territorial y la Unión Europea a una crisis de confianza", ha dicho poco después de recibir la cartera de manos de su antecesor, Alfonso Dastis.

Borrell ha recibido la cartera ante la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo; la presidenta del PSOE, Cristina Narbona y el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, además de la plana mayor del actual Ministerio y decenas de diplomáticos y trabajadores del Ministerio.

A todos ellos también les ha dado las gracias y, especialmente, a quienes están en Guatemala para llevar ayuda tras la erupción del Volcán de Fuego, a ayudar "en nombre de todos los españoles a los habitantes hermanos de este país".

En el acto, organizado en uno de los claustros del Palacio de Santa Cruz, el nuevo ministro se ha marcado como segundo reto "contribuir decisivamente" al proyecto europeo, no "con minorías de bloqueo sino con mayorías de avance", tal como se ha "hecho en el pasado y con la contribución de todos". "Si me hubiera dormido en 2007 y despertado 11 años después no habría reconocido la Europa que dejé", ha confesado Borrell, europeísta convencido que fue presidente del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007.

"LA SUERTE DE UN MINISTRO SE JUEGA CUANDO ESCOGE SU EQUIPO"

Para todo ello ha pedido la colaboración del personal del Ministerio porque, según ha dicho, un ministro es "poca cosa, un ser humano con 24 horas al día". "La suerte de un ministro se juega cuando escoge su equipo y es capaz de catalizar la energía positiva de una administración, generar entusiasmo en el trabajo y dirigirla en defensa del bien del país", ha dicho.

Sus palabras no se han dirigido solo a los altos cargos, sino que ha recalcado que en un "momento litúrgico de la democracia" como es un traspaso de poder, éste solo es posible con "funcionarios capaces, leales y neutrales". "Y si fuera posible silenciosos", ha bromeado, en un momento en el que ha subido el nivel de ruido en el claustro vecino. Borrell ha subrayado que una administración pública capaz de gobernar con Ejecutivos de uno u otro signo es, precisamente, "un gran activo de un país", así que sus funcionarios "deben sentirse muy orgullosos".

Borrell ha pedido a todos los altos cargos que sigan desempeñando sus puestos hasta que les llegue el relevo, si les llega, por ser "necesario u oportuno". "Que Dios reparta suerte", ha finalizado.

DASTIS: "ME HACE FELIZ ENTREGARLE LA CARTERA"

También Dastis ha agradecido la dedicación y el compromiso del personal del Ministerio, y especialmente a los que han sido sus altos cargos. Allí han estado los tres secretarios de Estado Fernando García Casas, Jorge Toledo e Ildefonso Castro, además de la subsecretaria, Beatriz Larrotcha--.

Y ha expresado "satisfacción" porque su sucesor sea Josep Borrell, de quien ha destacado su "trayectoria impecable en el interior y en el exterior, en defensa de sus ideas y del interés de España". "Me hace feliz entregarle la cartera", ha dicho.

El nuevo ministro, que ha recordado como también él transmitió una cartera -la de Obras Públicas-- hace 22 años, ha agradecido sus palabras y ha reconocido que sucede en el cargo a un "amigo" y un "servidor público".

Con Dastis, Borrell ha compartido "horas de trabajo por los caminos de Europa" para defender los intereses de España y y la construcción europea. Ambos fueron miembros de la Convención que redactó la fallida Constitución europea entre 2002 y 2004.