Los carteles de las fiestas en honor de San Benito Abad, en La Laguna, y de Nuestra Señora de La Esperanza, en El Rosario, llevan en esta edición la misma firma, la de Luis Dávila. Composiciones ambas realizadas mediante las técnicas de la acuarela, el lápiz y la tinta china, la primera de esas obras fue presentada el pasado lunes y la otra se dará a conocer próximamente. Un peculiar doblete que se suma como otro hito más a la amplia trayectoria de un diseñador polifacético.

"Es una satisfacción que se acordaran de mí", señala Dávila (La Laguna, 1946) sobre el caso del cartel anunciador de la romería esperancera, que hasta ahora no había realizado nunca. "De San Benito no sé decir..., pero son bastantes", indica. Es esa última una respuesta que se ha visto obligado a utilizar con frecuencia en los últimos años. No por falta de memoria, sino por abundancia: la mezcla de trabajos, galardones y lugares lo llevan a perder la cuenta al ser preguntado por su producción y palmarés.

"A todo el mundo le digo que soy nacido y criado en La Laguna, y que nací el 14 de septiembre; así que más lagunero, imposible", bromea el artista por la coincidencia de su llegada al mundo con el día del Crucificado Moreno y de la ciudad. Los caminos suyos y del arte se cruzaron pronto. "La inquietud la tengo desde niño. Siempre me han gustado muchísimo el diseño, el folclore... Es de toda la vida, desde que tengo uso de razón", manifiesta sobre el kilómetro cero de una carrera que siempre tuvo un componente de "hobby": "Yo estudié Magisterio, aunque después la rama mía se fue hacia la decoración; estuve muchos años trabajando como escaparatista".

Probablemente, y él así lo entiende, el Carnaval es el terreno en el que ha sido más conocido. Incluso cuenta con un libro monográfico, obra de Ramón Guimerá y titulado "Luis Dávila o la quintaesencia del diseño en el Carnaval". "Estuve muchos años y colaboré con todos los colectivos (murgas, comparsas, rondallas, grupos musicales, concursos de niños...). ¿Es incalculable el número de trabajos? Incalculable", relata. En un balance con trazo grueso, cuenta con cuatro reinas adultas, una princesa de la fantasía (una categoría paralela a la reina que solo se celebró en dos ocasiones y en la que un traje suyo resultó ganador en la última edición), una "infinidad" de damas de honor, siete reinas infantiles y "otro montón" de damas de esa categoría.

El Carnaval es su vertiente más conocida, pero no la única. El folclore es otra de las ramas en las que ha destacado. "Empecé con Aythami, de la Casa de Venezuela, y con Tajaraste, del que soy miembro fundador", apunta. En esas formaciones musicales, su labor no tenía que ver con los instrumentos, sino que se centraba en el vestuario. Precisamente en ese campo se ha centrado buena parte de su actividad durante los últimos años; no en vano, es integrante del Consejo Sectorial de la Indumentaria Tradicional de Tenerife, creado por mediación del Cabildo. "Los trajes típicos no son diseño, sino recrear, mientras que en Carnavales invento yo", compara un autodidacta que, en relación a su etapa más reciente, destaca como una "alegría" personal las tres exposiciones realizadas para el Ayuntamiento de La Laguna (la última está abierta hasta el día 21 en la Casa de los Capitanes). Otro de sus momentos más felices en torno al folclore fue la posibilidad que tuvo de ver de cerca el manuscrito original de Alfred Diston, que, al igual que el prebendado Antonio Pereira Pacheco, representó la vestimenta tradicional y se ha convertido en obligada fuente para los estudiosos de la ropa canaria del ayer.

Otro de sus ámbitos es la pintura: lápiz, acuarela, tinta china, pastel y acrílico. De sus pinceles han salido obras de cartelería que se reparten por diferentes municipios y que, de una forma especial, ilustran los principales actos del casco lagunero: la ya citada romería de San Benito, las fiestas del Cristo, la Semana Santa o el Corpus Christi. Con esa última festividad se vincula otro de los capítulos de su producción artística: las alfombras. Luis Dávila y su hermano Jorge fueron nombres propios de la edad de oro de esta tradición religiosa en Aguere. Concretamente, se encargaron del tapiz del Orfeón La Paz, acaso el más sobresaliente de la ciudad a lo largo de varias décadas.

"Mi hermano y yo estuvimos muchísimos años. Empezamos donde antiguamente estaba el Orfeón, en La Concepción, y la hacíamos un poco más abajo, en la calle de La Carrera. Después inauguró su nueva sede, donde se encuentra en la actualidad, y la alfombra pasó a la calle San Agustín", recuerda. "Las primeras que elaboramos eran de cáscara de huevo, pero, como era muy complicado, empezamos a emplear arenas y arroz teñidos", prosigue sobre unos trabajos que les llevaban meses de preparación. Comenzaban en el interior del Orfeón y, llegado el día grande, sacaban piezas a la calle y, "poco a poco, como un puzle", procedían a unirlas.

En "Luis Dávila o la quintaesencia del diseño", Ramón Guimerá menciona al menos dos disciplinas más para las que ha creado. "Por sus doctos conocimientos de la vestimenta tradicional de la Isla y su gran habilidad manual, ha sido uno de los pocos artesanos muñequeros del archipiélago, elaborando muñecos con diferentes técnicas", expone. "Guardando cierta similitud con esta actividad, Luis Dávila fue el encargado de diseñar y confeccionar el vestuario de las figuras del belén que se abrió al público en diciembre de 2012 en el Cabildo Insular de Tenerife, y en la Navidad de 2007, vistiendo las figuras que Luigi Stinga realizó", plantea Guimerá acerca de otra área más que ha llevado a este artista lagunero a robarle horas a la madrugada para crear.