Este es el siglo de las comunicaciones, pero no el de la comunicación. La precipitación no permite la serenidad y la prisa es el mejor pasaje para el error. El mundo parece haberse convertido en una histérica aldea global que dispara primero para preguntar después.

Los medios de comunicación nos contaron hace un mes una noticia escatológica. De esas que tanto gustan al personal. Un pasajero de Transavia, que vuela desde Gran Canaria a Amsterdam, es expulsado del avión por el mal olor que desprende. La información nos sitúa en el escenario de la cabina de una aeronave atufada por la peste de un auténtico hediondo que al parecer llevaba varias semanas sin bañarse.

La narración no escatima en detalles escabrosos. Algunos pasajeros acaban vomitando. Seis filas de asientos, cercanas al pestilente pasajero, son abandonadas por la gente que se marcha hacia la parte delantera del avión, entre protestas. La tripulación de cabina intenta calmar los ánimos y usa ambientadores para perfumar el ambiente, pero comprueban que el olor es insoportable. El comandante del avión decide hacer un aterrizaje de emergencia en Portugal, donde obligan al desembarco forzoso del pasajero.

El relato no dejaba lugar a dudas. Un incidente ocasionado por la falta de higiene personal de un tipo que fue expulsado de un avión. Solo que esa historia no es cierta.

El pasajero expulsado del avión era un músico ruso, Andrey Suchilin. Y no tenía ningún problema de higiene personal, sencillamente se estaba muriendo. Padecía una grave y poco común enfermedad que le costó la vida la pasada semana en el hospital de Portugal donde fue ingresado después de ser expulsado del avión. Según la información facilitada por su esposa, había contraído una "fascitis necrosante", una dolencia causada por una terrible bacteria que literalmente devora los tejidos del paciente. Según el relato de su mujer, Andrey Suchilin había acudido a los médicos en Canarias que le habían diagnosticado erróneamente una infección de playa común y corriente (nuestros servicios de salud no quedan lo que se dice demasiado bien en la historia).

Cuando se subió en el avión en Gran Canaria para emprender el regreso a su casa, el músico ruso despedía el hedor de tejidos muertos a causa de la infección. No era un problema de higiene, sino una gravísima infección. Todo el mundo en esta historia, desde los médicos que no le diagnosticaron bien hasta el relato de los medios de comunicación, quedan bastante mal parados. Incluso quienes le echaron del avión, por muchas razones que tuvieran. Cuando Suchilin fue llevado a un hospital en Portugal, su dolencia estaba en una fase demasiado avanzada. Murió allí. Ese sí fue el fin de su historia. Estaba sedado por los médicos, para calmar su dolor. Así pudo morirse sin recordar cómo le habían echado a patadas de un avión cuando regresaba a su casa.

Me aplico esa vieja frase: cuando más observo a los seres humanos, más me gustan los animales.