Los primeros días de la semana pasada Canarias sufrió su primer aumento de temperaturas. Al asfixiante calor, que llegó a registrar 35 grados centígrados en algunos lugares de Tenerife y hasta 40 en las cumbres de Gran Canaria, se le unió el polvo que a las Islas llega desde África y que generó una calima bochornosa.

El calor, como afirma Eduardo García Ramos, técnico del servicio de Epidemiología y Prevención de la Dirección de Salud Pública del Gobierno de Canarias, tiene efectos "generales sobre todos los organismos". No obstante, el polvo tiene una mayor repercusión en aquellas personas que padecen "una patología pulmonar previa".

Concretamente los que sufren asma, pero también los fumadores, las personas con bronquitis o que padecen la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), lo pasan un poco peor en esos días en los que el polvo sobrevuela las Islas. El neumólogo José Manuel Valencia, presidente de la Asociación Canaria de Neumología y Cirugía Torácica (Neumocan), afirma que en estos casos se suelen sufrir molestias irritativas como picazón en los ojos y en la nariz, mareos o la expulsión de "agüilla" por las fosas nasales.

Aunque la llegada de la calima no se puede evitar, se pueden prevenir sus efectos, especialmente en este grupo de riesgo. "Pueden cerrar ventanas, ponerse mascarillas, hidratarse o ponerse suero fisiológico en la nariz", recuerda Valencia. Y, aunque "la vida no se puede interrumpir", el neumólogo también recomienda evitar las horas de mayor cantidad de polvo. No quedan tampoco exentos de este problema los alérgicos, quienes también pueden sufrir una crisis asmática debido al polvo en suspensión, aunque no sea su principal alergia.

Pero no hay que olvidar que el calor también puede suponer un gran perjuicio para la población que mal llevado puede conducir a la muerte. El año pasado, en Canarias se atendió a 100 personas que sufrieron un golpe de calor. El técnico de Salud Pública recuerda concretamente un caso de una senderista en La Gomera cuyo problema fue tan grave que tuvo que ser ingresada en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria (HUNSC). "Los senderistas nos han dado algunos sustos", afirma García Ramos, que aboga por evitar las caminatas en horas centrales del día y en hacerlas siempre con mucha hidratación.

La complejidad de dirimir entre un golpe de calor y un simple efecto de los síntomas por separado es difícil. De hecho, muchos de los que han sido atendidos alguna vez por esta razón desconocen cómo llegaron a dicha situación.

Entonces, ¿cómo podemos saber que nos está dando un golpe de calor? Eduardo García Ramos afirma que, principalmente, empezamos a sentir agobio, una sensación a la que se pueden unir dolores de cabeza, mareos, fatiga e incluso náuseas. "Si estamos deshidratados también tendremos somnolencia", explica García Ramos, quien afirma que la falta de agua puede provocar también calambres musculares.

Lo último, como insiste, es el aumento de la temperatura corporal, que puede alcanzar los 39 o 40 grados. Esto comprendería el último escalón de la patología, pudiendo causar un fallo renal y la pérdida de la conciencia.

La Dirección de Salud Pública recomienda, ante el calor, tomar mucha agua, evitar las horas más calurosas y retrasar el momento de hacer ejercicio.