Con tan solo 16 años, en 2012, Valeria Fernández sufrió su primer ictus. Durante horas, el flujo sanguíneo dejó de llegarle a una parte del cerebro debido a que su arteria estaba ocluida. Durante varios días, el trombo le impidió hablar, pero al acudir a su centro de salud le dijeron que no lo hacía por "tontería de la edad".

Dos años más tarde, en 2014 y con 18 años, le volvió a ocurrir mientras dormía. Cuando se despertó, no podía mover el brazo y sentía vértigo. Esta vez acudió al Hospital Universitario de Canarias (HUC) donde el diagnóstico ya fue claro: a su cerebro no le estaba llegando oxígeno.

Esta última vez se lo pudieron parar a tiempo. Tuvo suerte y esta vez no perdió ninguna facultad, aunque la primera ya le había afectado al habla. "Según me dijo el médico, tengo una enfermedad que facilita que mi cuerpo forme coágulos, tuve la mala suerte de que lo hiciera en el cerebro", explica. Se trata del síndrome antifosfolípido que padece, que, además, se une a un lupus en el riñón y episodios de vértigo.

Con esa edad tuvo que abandonar los estudios debido a su imposibilidad de ir a clase. Cuando sufre un episodio, le es casi imposible hacer vida normal. Años después ha podido rehacer su vida y trabaja en una dulcería junto a su hermana.

Su caso es atípico pues, como explica Antonio Medina, neurólogo del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, hay dos formas de sufrirlo usualmente. La primera es debida a una arterioesclerosis, provocada por el colesterol que se deposita en las arterias y que provoca que se ensucien. Este tipo es más usual en "pacientes de mayor edad", como explica el neurólogo.

La segunda sucede cuando el corazón va a contratiempo, formando un coágulo de sangre que se traslada por la corriente sanguínea hasta el cerebro, un proceso que se conoce como émbolo. "Es la más frecuente", remarca Medina, que explica que también a mayor edad más posibilidades de sufrir arritmias tienen los pacientes.

Pero siempre existen factores que ayudan a que esto suceda, especialmente los de riesgo cardiovascular. "La hipertensión, la diabetes, el colesterol alto y ciertas enfermedades cardiacas que predisponen a sufrir este tipo de arritmia", explica el médico. En la sociedad canaria fundamentalmente los pacientes que sufren esta patología padecían anteriormente hipertensión y diabetes.

Atendiendo a los datos de la encuesta Nacional de Salud 2017, el 11,09% de la población en las Islas padece diabetes. Una cifra muy por encima de la media nacional, que se sitúa en 7,82%, lo que la convierte en una verdadera epidemia en las Islas.

Las primeras horas son fundamentales para evitar que se generen secuelas. "El tratamiento adecuado hoy en día es el tratamiento recanalizador", explica el especialista. Los neurólogos deben atender al paciente en las 6 horas siguientes de que empiece el ictus. Hay dos formas de abrir la arteria: "con fármacos o con procedimientos endovasculares para extraer el trombo". Para ello, en Canarias existe el "Código Ictus", un protocolo por el cual los servicios sanitarios (112, centros de salud y hospitales) colaboran para atender a estos pacientes lo antes posible. "Es fundamental" que lleguen antes de que pasen esas seis horas porque "si el paciente no se diagnostica o no se trae al hospital, estamos negándole un tratamiento", insiste el especialista.

Si no hay recanalización de la arteria, o si, a pesar de intentar hacerlo, no es posible, "se establece el infarto", lo que produce "secuelas neurológicas". Si esto ocurre, como le pasó a Valeria Fernández, inmediatamente habría que "poner al paciente en un programa de rehabilitación".

No obstante, no se debe olvidar que los ictus pueden llegar a matar, dependiendo de su tamaño. "En infartos muy grandes, entre las 48 y 72 horas posteriores se pueden inflamar y el paciente, como consecuencia, puede fallecer, explica el especialista. Este tipo de trombo se denomina "infarto maligno" y provoca que el motivo de la oclusión se expanda dentro del cráneo. "Tiene una mortalidad del 80%", afirma, aunque es mucho menos usual.

Pero el hándicap del tiempo tenderá a desaparecer. El neurólogo afirma que "lo que se tiene que hacer es valorar el tiempo de evolución del ictus de cada paciente para ver si es candidato o no a poder salvarle tejido cerebral". Para ello, Medina aboga por crear un fármaco neuroprotector que conserve el tejido mientras el paciente está sin oxígeno "hasta que seamos capaces de abrir la arteria". Además, la investigación actual se está dirigiendo a crear terapias con células madres, aunque esta parte aún "está muy verde".