Apenas una B es lo que separa el Arona Summer Festival de su actual emplazamiento en San Miguel de Abona. Una letra que no impide que el espíritu de este estallido de música electrónica se haya convertido en una de las mecas de los veranos europeos a las que acudir de forma más o menos obligada. Milagrosa si se tiene en cuenta el panorama musical en el que se tiene que desenvolver en una isla que se escora al mínimo descuido con dirección al reggaeton. Que, por cierto, también tuvo su espacio la noche anterior.

El festival fue retransmitido casi en directo por los 8.000 espectadores, una cifra ligeramente inferior al año pasado, a través de Whatsapp y smartphones. La nueva manera de vivir y filtrar un espectáculo.

Pero ayer le tocó el turno a la venganza de los sonidos sintéticos y los ritmos cuidadosamente automatizados. Las ganas de derribar los muros estaban claras desde primera hora. Pese a que cayó alguna que otra mala noticia como el anuncio de que dos de los disc jockeys no podrían hacer acto de presencia. En concreto, se trataba de Galantis y DVBBS. Pero cuando hay ganas de fiesta no hay imprevisto que pueda enfriar a un público ganado de antemano.

La organización pidió unas muy sentidas disculpas, hizo lo posible para solventar lo imposible y al final el objetivo de pasarlo bien resolvió el resto. La verdad es que la cara de agobio con la que se movían los organizadores en la parte trasera del escenario daba la impresión de que las disculpas eran sinceras. Comak&Simmelink ofrecieron un set pimpante, divertido, sin demasiadas pretensiones. Más bien dirigido al público joven que abarrotaba el recinto del Amarilla Golf. El dúo interpretó una mezcla de estilos en los que intentaba involucrar al público. Un juego al que este se prestó encantado. Eran como una especie de biblioteca de los sonidos modernos desde drum and bass hasta los ritmos discotequeros.

Le siguió Martin Joseph Leonard Bresso, conocido como Tchami. Un productor francés que se ha centrado en el house en su vertiente deep y future. De hecho, se le considera uno de los pioneros de este estilo que ha conquistado las pistas mundiales desde hace años. Y al parecer para quedarse durante un plazo no corto de tiempo. El cambio de ambiente se notó de forma inmediata y el festival tomó la forma que se le presupone. La descarga eléctrica a veces más sutil, a veces más contundente caía sin piedad sobre los asistentes. El espectacular escenario hizo el resto.

Luego vino Sigma, un dúo de británicos centrados en la producción de sonidos en los que destaca la batería y los bajos. Letras en español, mezclas imposibles y sonidos de todo tipo sirvieron de contrapunto al estilo más homogéneo de Tchami.

El festival entraba ya en su zona caliente y de más calidad cuando apareció en el escenario Nicky Romero. Un dj, productor, exbaterista y mezclador que ha hecho del house sus dominios en los que se mueve con absoluta solvencia. Elegante y cañero a la vez. Podía fácilmente haber cerrado el cartel.

Pero el final quedó reservado para Breathe Carolina, nombre tras el que se esconde otro dúo. Al parecer la formación preferida de esta edición. Arona transformado en Abona cumplió con las expectativas y dejó el listón en su justa medida para la siguiente. No está la Isla como para perder este tipo de encuentros que parecen haber encontrado el lugar exacto en los gustos de los tinerfeños. Hasta hace muy poco reacios a cualquier cosa que no sonara a latino.