Fernando Clavijo pasará las vacaciones este año en Tenerife, por si las moscas. El caso Grúas y el siguiente que le han preparado -el caso Reparos- pueden amargarle el estío, por más que él se desgañite asegurando que no ha causado ningún quebranto económico al Ayuntamiento lagunero. Eso es cierto, se lo ha admitido incluso el fiscal, que para montarse una acusación de malversación de fondos ha tenido que explicar que para que haya malversación no es imprescindible que se produzca daño patrimonial, que basta con que exista la posibilidad de que ese daño se produzca. Es un argumento curioso, desde luego. Espero que no cree jurisprudencia, no vaya a ser que acabemos cometiendo un delito sólo por hacer algo que implique la posibilidad de que se cometa. Pero doctores tiene la Iglesia, y si el señor fiscal cree que hubo malversación, él sabrá. A veces el diccionario y la justicia no van por el mismo camino, y por eso los letrados tienen que tirar de latín ("animus rem sidi habendi") para entenderse entre ellos. Es curioso que el fiscal haya querido añadir el delito de malversación al de prevaricación, que es mucho más fácil de sostener y que -de ser estimado en una condena del TSJC- ya implicaría la inhabilitación para el ejercicio de -al menos- la función de alcalde, y muy probablemente para cualquier cargo público. El fiscal ha encontrado causa -la misma que no vio la primera vez con las mismas pruebas que maneja ahora- y tenemos al presidente en el disparadero.

Clavijo confía sin duda en tener la misma suerte que tuvo con el caso Corredor, pero no tiene porqué ocurrir así. Es perfectamente posible que le empuren, y lo tendría muy difícil para hacer una campaña electoral con un juicio por prevaricación y malversación abierto y sobre sus espaldas. Mientras el TSJC se pronuncia, supongo que Clavijo estará repasando los dos principales errores que ha cometido esta legislatura: el primero fue empeñarse en mantener la Alcaldía de La Laguna en una situación muy complicada. La presión de la oposición por forzar una moción de censura que debe ser la más anunciada de la Historia de la democracia española, y no acaba de prosperar nunca, es probablemente responsable del empecine de la oposición en un asunto como este caso Grúas de escasa enjundia, pero potencialmente muy peligroso.

El otro error fue forzar la salida del PSOE del pacto de Gobierno cerrado al inicio de la legislatura. Prácticamente desde ese momento, la legislatura se ha emporcado en continuos tiras y afloja -unas veces con el PSOE, otras con el PP y a veces con ambos- que han retrasado -aunque no bloqueado- las iniciativas del Gobierno. Un Gobierno que ha sufrido el mayor desgaste parlamentario y mediático -en este caso por la renovación del contrato de la televisión pública canaria- que nunca antes haya sufrido ningún Ejecutivo regional.

Es cierto que eso no sólo ha tenido que ver con la exigua minoría de que dispone Clavijo para gobernar -sus 18 votos más los tres gomeros- sino también con la irrupción de un radicalismo hasta ahora desconocido en el Parlamento regional. Podemos ha puesto sin duda de su parte, pero también Román Rodríguez, que ha actuado siempre como si fuera el líder de la oposición (de hecho lo ha sido, de alguna manera), y ha protagonizado su montón de buenas grescas.

La próxima, será en la comparecencia de Clavijo para explicar en el Parlamento el caso Grúas. Aún no hay fecha, pero ocurrirá pronto: la precampaña comienza este año en medio de los calores del verano.