En la ola del cemento, y como excusa de la especulación, nació la moda de salvar el valor o carácter de ciertas fachadas y retranquear -remeter el muro del frontis en las plantas superiores de los edificios- los excesos autorizados por los planeamientos locales. De la burda argucia no se libraron los pueblos chicos ni las ciudades con ínfulas históricas y, por supuesto, los inmuebles públicos y privados. Podemos asegurar que, con tiempo y buena dosis de sarcasmo, se podría sugerir y retratar un triste recorrido de despropósitos y burdas coartadas que ofenden a la inteligencia y el buen gusto.

El septenio de la crisis, y la larga cola de desconfianza que aún arrastra, aplacaron la furia constructiva y amortiguaron sus efectos nocivos sobre los cascos urbanos a la vez que, en acciones inéditas e indispensables, ciertos responsables políticos sumaron a su lenguaje cotidiano los términos conservación, patrimonio, volumetrías, fachadas? Ojalá que no sea una oportunista ocurrencia o un mero pretexto, y se convierta en un compromiso serio y un comportamiento responsable.

En consonancia con este nuevo clima, la recuperación del santacrucero sector de Miraflores -calle en su traza, barrio en sus conocidos usos y alarmante deterioro- motivó reuniones entre las autoridades municipales y los propietarios con el objetivo de conservar y regenerar inmuebles y, también, en el caso de las nuevas construcciones, para preservar y restaurar frentes tradicionales que, sin presentar caracteres grandiosos ni costosos materiales, son típicos exponentes de una digna arquitectura de conjunto, erradicada de la capital tinerfeña desde la década de los sesenta cuando la piqueta y el egoísmo inmobiliario hicieron estragos.

El alcalde, José Manuel Bermúdez, presentó una fórmula legal, incluida en la joven Ley del Suelo, que puede conciliar los necesarios propósitos de conservación con los legítimos intereses de los vecinos afectados. El llamado Programa de Actuación en el Medio Urbano permite delimitar y ordenar las actuaciones, modificar pautas y previsiones de otros instrumentos urbanísticos e incluso colaborar económicamente con los particulares. Quería resaltar, en cualquier caso, esta disposición municipal que, por inteligencia y oportunidad, es exportable a muchos destinos isleños con problemas y necesidades parecidas.