Hay países que tienen una magia especial. Su gente es diferente y su historia ha marcado cada esquina. Eso es exactamente lo que han descubierto todos aquellos que han disfrutado de Cuba durante las vacaciones.

Sus ciudades regalan, a quien la visita, inspiración. No tiene un estilo propio sino la capacidad de hacer de todo lo que le ha nutrido, desde que se fundara, una mezcla perfecta que queremos llevar a nuestros hogares.

Partiendo de la base colonial que lo invade, por las influencias europeas y el modernismo, disfrutando de sus espacios no perdemos de vista libros de relatos cubanos, mapas, brújulas, piezas de los años 30, 40 o 50 ? Todos esos elementos al volver a Tenerife, nos harán mantener el espíritu bohemio que desprende el país.

El color blanco puede ser la base de casi todo, para luego teñirse de colores y alegría. Los tonos terrosos rompen con la pureza para servir de canal hasta que entran las maderas oscuras que están desgastadas, dejando entrever lo que ha vivido, y el verde de la vegetación, que no se limita a las plantas que dan una ambientación selvática, sino que se dulcifica con flores y frutas tropicales.

Cuando los elementos naturales invaden el lugar, se apoyan en tejidos como el lino o el algodón que se estampan con dibujos desenfadados y colores apasionados, luminosos y enérgicos. Aquí los podemos llevar, además de en los textiles que visten un sillón o que forman una tulipa, a las paredes o el techo. Si quieres lograr la mezcla más especial no dudes en que el matrimonio cromático sea entre los vibrantes y los empolvados.

El delicioso eclecticismo que forma la decoración cubana, mezcla el estilo más minimalista con el bohemio que es capaz de darse la mano con el paso del tiempo que se deja ver sin disimulo. Con todo esto, si queremos trasladar Cuba a Tenerife, podemos aprovechar los elementos estructurales haciendo de ellos algo importante, incluso el eje central de la estancia. Seguro, que si has visitado el país, recuerdas molduras o columnas majestuosas en una ciudad decadente que cuenta una historia sin tener que decir ni una sola palabra. Esa sensación que desprende el país como "vieja gloria" se logra por los estucos estropeados, los ladrillos que se ven o los metales que se oxidan.

Cuando nos centramos en elementos, que no son de base arquitectónica, pero que nos ambientan si puedes hacerte con la silla "Cuba" de Arne Jacobsen o el sillón "Cuba 25" de Rodolfo Dordon estas de suerte, si no es así aprovecha otros objetos característicos del lugar. Los sombreros pueden hacer las veces de cuadros, como pasa con los instrumentos musicales, sin dejar de lado postes vintage que hablen del lugar y su gente. En mobiliario, más allá de la mezcla de maderas, el ratán o el bambú nos ofrecen un espacio caribeño a base de texturas. Aunque no todo el mundo lo crea posible, si quieres conseguir que se realce cada uno de los elementos apóyate en un espejo Art Nouveau, te reflejarás hasta casi transportarte a La Habana.