En lo alto de La Tejinetilla, la montaña a cuyos pies se sitúa la variante de Tejina, un corazón con una bandera española se ha convertido desde hace décadas en una imagen común para quienes durante el verano acuden a Bajamar o La Punta. Ese armazón es parte de las fiestas en honor de San Bartolomé y, como la gran mayoría de los elementos de estos festejos, tiene una historia prolongada. Además, ha sumado un componente de carácter solidario.

Para entender el recorrido de esta construcción hay que retroceder hasta la figura de José Barreto, muy popular en la Comarca Nordeste durante el siglo pasado y vinculado a las fiestas tejineras. Según relata su hija Joaquina Barreto, se dedicó al sector primario y fue dueño de Villa Elisa y de la finca de El Riego, dos lugares populares en el pueblo y que por entonces formaban parte de una única propiedad. Esa relación de don José con la agricultura lo llevó a arrendar, primero, y a comprar, después, el terreno de La Tejinetilla (o La Tejinilla, otro topónimo -quizá algo menos común- que se utiliza para la misma zona).

"Había un grupo de señores del barrio de El Cardón encargados de formar un corazón con latas de Coca Cola, con trapos dentro y petróleo, y que duraban hasta que se quemaba el trapo", explica Joaquina sobre los orígenes del corazón actual y que se ilumina durante las noches de las fiestas. Es decir, en la época previa era una figura que se realizaba en el suelo, al estilo de la cruz que se crea en la Montaña de San Roque en honor del Cristo de La Laguna. Fue hace como unas dos décadas cuando se pasó a la estructura vertical, que se ha acabado convirtiendo en un icono de estos importantes festejos.

Concretamente, el corazón se instala el 31 de julio y se enciende por primera vez esa noche, coincidiendo con las 24 salvas que truenan en cielo tejinero cuando San Bartolomé sale a la puerta de la iglesia para darle la bienvenida a las fiestas. Su momento de mayor protagonismo y cuando más miradas se dirigen hacia él es, sin embargo, en la víspera de la ofrenda de los corazones, tal día como hoy. Y es que La Tejinetilla es también el punto desde el que se lanzan los fuegos artificiales de esta festividad, un espectáculo del que hay referencias bibliográficas ya desde inicios del siglo XIX.

La historia se completa con una iniciativa de los descendientes de José Barreto -los actuales propietarios- cuyo inicio coincidió con los años de mayor fuerza de la crisis: plantearon que cederían el terraplén como lo han hecho siempre, pero solicitando a la comisión de fiestas la entrega de 1.000 euros al Banco de Alimentos. Asimismo, han incorporado un seguro por si ocurriese un incendio en la exhibición pirotécnica o ante cualquier imprevisto durante unos días de celebración que esta familia también vive con pasión. Un buen ejemplo de lo anterior es el hecho de que Joaquina pida que no se deje de poner en este reportaje un mensaje invitando a todos a disfrutar de la fiesta, y otro es la frase de un hermano suyo -abogado y que vive en Venezuela- al que ella le preguntó qué opinaba de que estas vivencias apareciesen publicadas. "Para San Bartolomé, todo" fue la respuesta.