Si preguntamos a cualquier herreño por D. Juan Ramón, el médico, te dirá sobre el un sinfín de consideraciones, conocimientos y anécdotas, ya que toda su vida profesional la dedicó enteramente a tratar a todos aquellos que durante años acudieron en su búsqueda para paliar, consolar o curar sus males.

No solo destaca en el campo de la medicina, porque nos consta que aun desde su casa del Tamaduste -donde reside la mayor parte del año cualquiera que a él acude con la satisfacción de haber sido atendido por un profesional autentico sin trampa ni cartón- Juan Ramón también sobresale por ser un intelectual consolidado cuya sabiduría ha desplegado durante la plenitud de su vida por diversas cuestiones de su isla y, sobre todo, por todo aquello que en momentos determinados fue alta preocupación y a lo que desde la atalaya de su conocimiento aportó atinadas enseñanzas en aras de la búsqueda de la mejor y más acertada solución.

Quise volver a verlo y junto con María José, su mujer, revivir los momentos que pasamos en su compañía dejando que su memoria escarbase en el viejo tiempo y que sus conocimientos siguieran despertando nuestra curiosidad. Fue verdaderamente un espacio interesante donde volvimos a reencontrar las historias de una isla que ha venido desarrollándose y creciendo porque personas como Juan Ramón tenían como meta y tarea primordial que la isla avanzara en todo aquello que incidiera en el ámbito de su bienestar social .

Cuando regresas al encuentro con Juan Ramón, el propósito que nos guía no solo es darle un abrazo, sino que su voz se pierda entre las páginas de el tiempo, escudriñe en los pasajes anecdóticos y algunos verdaderamente conflictivos con los que nos desata el entusiasmo para enriquecer el deseo de saber más y más de la isla.

Y con Juan Ramón lo conseguimos en toda su amplitud, desde todo aquello que le llevó a tener en su estadística sanitaria la asistencia a más de 1.500 partos cuando los recursos sanitarios de la isla eran más bien escasos y había que contar con médicos, como él, excepcionales, que con paciencia y destreza profesional se solucionaban, hasta conseguir un aparato de RX para el hospital con su aportación particular.

Juan Ramón te lleva a su época de aquellas investigaciones sobre hipertensión arterial en la unidad sobre esa cuestión en la Clínica Jiménez Díaz de Madrid. Con Juan Ramón, dejándonos conducir por su conversación aderezada por sus palabras moduladas con entonación serena, sabia y diáfana, nos arrumba al verdadero médico vocacional que sigue siendo y que lo que pretendía, desde siempre, era poner sus conocimientos de medicina no lejos de su tierra, sino en su querida isla de El Hierro.

El nuevo encuentro con Juan Ramón es de los que te saben a poco, porque estarías abusando de su tiempo sin cansancio alguno y sí con un entusiasmo inusitado, y lo que deseas es que se repita en el tiempo y que cuando tengamos una nueva oportunidad de introducirnos por los vericuetos de la memoria de la isla, sus recuerdos y vivencias, nos ayude la conversación siempre novedosa de Juan Ramón, donde te quedas reconfortado y con el animo pleno de satisfacción.