La especulación y la piqueta siempre tienen prisa; nacieron y crecieron con ella y son consubstanciales al negocio. Así que, cumplidas las exigencias legales y salvados los matices, actúan sin ninguna concesión al diálogo, un instrumento que podría hacer más humano, racional y estético el urbanismo, y conciliar los bien defendidos derechos particulares con las modestas utopías del bien general y "el derecho a la belleza" -afortunado bautizo de un amigo jurista- que permitiría a los ciudadanos opinar sobre la imagen y la realidad del lugar donde viven y pagan sus impuestos con la misma legitimidad y firmeza con las que plantean sus reivindicaciones en materia de infraestructuras y servicios.

Este premio viene a propósito de una noticia que pasó de puntillas por la canícula de agosto y marca un punto de inflexión en las obligadas y complejas relaciones entre las administraciones públicas y los promotores inmobiliarios. Ocurrió que los dueños de las casas de Miraflores que, actualmente, tramitan aprobadas demoliciones y nuevas obras, y los representantes municipales tuvieron un primer encuentro -y concertaron otro definitivo para el mes que hoy empieza- para buscar una solución que conjugue la conservación de ciertos valores arquitectónicos de algunos inmuebles con la urgente regeneración de un sector del corazón urbano de Santa Cruz de Tenerife.

Todo empezó con las discrepancias institucionales en torno al interés histórico y/o estético de los edificios de dicho sector. Con el informe favorable del Cicop -Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio, que debería explicar las razones de la descalificación de estos edificios que, cuando menos, tienen evidente interés ambiental- la Gerencia Municipal de Urbanismo tramitaba las legales licencias de derribo; mientras el Cabildo de Tenerife apostaba por su protección. En esas circunstancias, el alcalde Bermúdez provocó una oportuna reunión en la que se acercaron las posiciones y los propietarios, en una posición que les honra, aceptaron estudiar fórmulas alternativas al derribo total, entre las que figura la conservación de las fachadas. Miraflores, un rescate indispensable, puede marcar también el estreno de un nuevo estilo para renovar la ciudad donde se contrasten y concilien posiciones entre particulares y poderes públicos porque todos, absolutamente todos, saldríamos ganando.