Los análisis tienden a complicar la explicación de las cosas, porque los gatos, en política, siempre tienen tres patas. Pero, en mi humilde opinión, no hace falta hilar demasiado fino para saber que vamos de cabeza hacia una sucesión de consultas electorales.

Ciudadanos ha roto su pacto de gobierno con el PSOE andaluz, dejando a Susana Díaz en una difícil minoría. Eso la coloca en el disparadero de adelantar las elecciones. Y si a eso se le une la complicada situación con Cataluña que padece el Gobierno de Pedro Sánchez, donde todo se dirige al precipicio de un incremento de la tensión y el conflicto callejero, el escenario apunta a que vayamos a unas generales anticipadas.

¿Quién ganaría con ese adelanto? Desde luego, Ciudadanos. Porque acortaría el proceso de recuperación del ''nuevo'' PP, que se ha endurecido para recuperar el voto desencantado de su electorado natural. Y ganaría, de aquella manera, el PSOE, a quien las encuestas sitúan hoy en una mejor posición con respecto a su competencia electoral porque Podemos sigue arrastrando las consecuencias de imagen del famoso chalé de la pareja dirigente, los cismas con Errejón y Bescansa, la dimisión de Domenech y los conflictos que padece Iglesias para mantener las cabras en el corral en sus territorios levantiscos.

Pedro Sánchez tiene que aprobar el techo de gasto y unos nuevos presupuestos. Y es una clamorosa evidencia que no cuenta, hoy por hoy, con las mayorías necesarias para hacerlo. El voto indispensable de los independentistas catalanes tiene un precio que esta vez no puede pagar. El "octubre caliente" que le preparan en la calle los Comités de Defensa de la República, el inicio del proceso judicial a los líderes catalanes encarcelados, las peticiones imposibles de que la Fiscalía y la Abogacía del Estado dulcifiquen sus acusaciones y la kafkiana situación de una Cataluña gobernada a medias por un fugitivo y a medias por los movimientos ciudadanos, son el perfecto caldo de cultivo para que la deriva del Gobierno se encamine hacia un insoportable desgaste.

El cabreo que de alguna manera ha manifestado el presidente canario, Fernando Clavijo, también lo sienten muchos otros dirigentes autonómicos que están ya más que hartos de que la vida política del país esté marcada por Cataluña. La convocatoria de una conferencia de presidentes autonómicos no debería ser, como ha dicho el ministro Ábalos, para hablar de la situación con los catalanes, sino para todo lo contrario: para hablar del resto de las autonomías que están viviendo las consecuencias subsidiarias del pulso que los soberanistas le están echando al Estado. Porque, se diga lo que se diga, a pesar de la mano tendida de Sánchez y sus ministros, la situación no solo no ha mejorado sino que tiende a empeorar.

Para salir de este atolladero solo queda la convocatoria de unas elecciones que permitan la posibilidad de un gobierno fuerte. Esa será probablemente la clave de los mensajes electorales. Y, para variar, será verdad.