James Bond ordena un trago con tres medidas de ginebra, una de vodka, media medida de agua Kina Lillet y que lo preparen agitado, no revuelto. Es uno de los clásicos cinematográficos donde las bebidas suponen la marca de distinción de la saga de Ian Fleming. En "La Reina de África", Humphrey Bogart bebía ginebra y whisky escocés entre rodaje y rodaje, frente al calor infernal del este africano, calmaba su sed con el rito propio de la destilería más famosa de Gran Bretaña: vaso con forma de tulipán, no más de 30 mililitros. Arremolinaba suavemente el vaso, envolviendo las paredes interiores del mismo con una fina capa de whisky y dejando que respire. Así cubría sus momentos de asueto con Katherine Hepburn. Dicen los expertos que en los tipos de whisky más elegantes, el acabado final es diferente de la textura en la boca, añadiendo otra dimensión de complejidad y placer a la experiencia. En Canarias nuestra película no narra los relatos y bondades del sibaritismo hollywoodiense. Aquí, en la tierra del espejo de Fitur y el sol y playa, Carmen y Juan, una pareja de sexagenarios, no brinda con Chivas Regal de 18 años. Su sonrisa de superación y machaqueo desvela la falta de piezas dentales, producto de una alimentación escasa y escasez de recursos, pero con la mayor de la dignidad para convertirse en los únicos mantenedores de una prole abocada a la supervivencia. Representan la pobreza real de las Islas, un creciente drama social en nuestras ciudades y barrios que empuja hasta el límite de la marginación a cada vez más familias que, sin apenas recursos, viven cada mes el dilema de pagar suministros básicos o cumplir con la mala costumbre de comer tres veces al día. Son los clientes de los contenedores, una lacra que castiga en silencio, sin compasión. Menos de un euro al día para vivir y la pobreza severa como compañera de viaje. Mañana y noche como clientes de los contenedores, con la ayuda del palo de un escobillón que sirve como plataforma para despejar los residuos de algo comestible que llevarse a la bolsa; mientras, en su casa, engañan al estómago de los niños con ver quién aguanta más bebiendo agua. Al lado, muy cerca, los zapatos de charol de Presidencia del Gobierno recorren los escasos 30 metros que separan el edifico del contenedor. Es ahí donde Juan los mira sin recibir una mirada de compensación. El riesgo de pobreza y exclusión social de la población infantil en las Islas sitúa al Archipiélago a la cabeza de España, al afectar a 149.000 niños y adolescentes. El baile de datos no da tregua con los municipios canarios, y particularmente los de la provincia de Las Palmas, que son los que sufren mayores tasas de paro en todo el Estado español y en los que sus habitantes obtienen las rentas medias más bajas, según el estudio sobre Indicadores Urbanos 2018 del Instituto Nacional de Estadística (INE). El guión sigue siendo el de una película de terror, pese a que muchos responsables públicos prefieren seguir viendo Disney Channel. Pero no, la realidad enfrenta una coyuntura diferente. Los gurús y los capos de la recuperación económica tienen en el establishment a su estructura de confirmación. Y el paradigma es sencillo: el número de personas que declaran a la Hacienda española patrimonios de más de 30 millones de euros aumentó un 150% entre 2007, año que comenzó la crisis económica, y 2016, cuando ya se dio por superada; yo, prefiero el oráculo de Piketty.

@Luisfeblesc