No estoy muy seguro de si ha sido el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, o el secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, quien ha calificado de "ocurrencia" la petición de Fernando Clavijo a Pedro Sánchez para que convoque una Conferencia de Presidentes que aborde entre todas las comunidades autónomas la situación en Cataluña. En un desayuno informativo de esos que se organizan a tanto el cubierto, Ábalos ha pedido a Clavijo que piense lo que dice antes de decirlo, porque primero hay que pensar en el resultado de lo que se pide, y "todo lo demás son ocurrencias".

Tiene razón el señor Ábalos: conviene pensar antes de hablar, y a veces hasta después también. Por ejemplo, cuando uno se pregunta -como ha hecho él- cuál es el propósito de convocar la Conferencia de Presidentes. "No lo acabo de entender", ha insistido. Porque "lo que hay que hacer es tender puentes, y dialogar". Como en el encuentro de julio entre Sánchez y Torra. Para rematar ofreciendo una explicación del proceso soberanista: entiende Ábalos que los recortes durante la crisis provocaron un efecto negativo en la confianza de los ciudadanos que impulsó a los partidos catalanes que antes habían cooperado con el Estado a instalarse en posiciones independentistas.

Esa interpretación de Ábalos sí parece una ocurrencia. No sé yo si el hombre ha estudiado mucha Historia de España, si ha leído a Ortega, si le suena quién era Lluis Companys, o qué ocurrió cuando en 1934 Companys declaró el Estat Catalá, o cuando en 1936 decretó la creación de las milicias antifascistas, las mismas que en tres meses cometieron 9.000 asesinatos políticos en Cataluña (reconocidos por la propia Generalitat), a una media de diez muertos al día. Cree Ábalos que el independentismo es fruto de la crisis, vaya explicación. Y cree también que la Conferencia de Presidentes no tiene nada que decirle a un presidente -el de la nación- cuya primera decisión fue anunciar que la negociación de la financiación autonómica -exigencia del PSOE al PP hasta el día antes- quedaba pospuesta "sine die". Y la segunda prometer a sus socios de Cataluña -los independentistas- y de Valencia -Compromís- que el Gobierno sería tolerante con su gasto a pesar de la deuda que ambas regiones han llevado a magnitudes estratosféricas: Cataluña es la cuarta región más endeudada de la eurozona, con casi 80.000 millones (110% de su PIB). Entre ella y Valencia, se han merendado el 54 por ciento de todos los fondos habilitados por los mecanismos extraordinarios de financiación, lo que las convierte en las dos comunidades que más han recibido del Estado. Canarias, con 7.000 millones de deuda (15,1 % del PIB), es la tercera menos endeudada, solo por detrás de Madrid y el País Vasco, regiones que sí han hecho sus deberes, pero a las que el Estado no permite ni siquiera gastar el dinero que han ahorrado.

Ocurre que el diferencial de deuda pública entre autonomías es enorme: por eso debería evitarse una mayor mutualización nacional de la deuda y avanzar en la descentralización de ingresos, gastos y deuda. Para que cada palo aguante su vela: no es de justicia que los ciudadanos que han hecho la tarea tengan que pagar los excesos de Cataluña y sus embajadas. Pero Ábalos cree que no hay nada que hablar en la Conferencia de Presidentes. Que convocarla es una ocurrencia. Que hay que aplaudir que Sánchez siga decidiendo por decreto si con los ahorros de Canarias -y del resto de quienes han cumplido- se maquilla el despilfarro catalán?