En los años 70 del siglo pasado leía de vez en cuando Vindicación Feminista, lo que ocurría por influencias de proximidad. De joven la imagen es fundamental, como la adscripción, y hay que mostrarse perteneciente a una gran estirpe moral, superior. Los progres tienen la virtud de no desprenderse jamás de esas condiciones. Son los únicos que las conservan y las exhiben con generosidad: se presumen modelos morales. Baste como ejemplo Manuela Carmena, que con delicada sensibilidad decide prorrogarse alcaldesa porque un chico "muy majo" le ha pedido en Mercadona que siga. ¡Qué tierna, comprensiva y maternal!

A mí me interesaban de verdad otras revistas. Yo había sido de Triunfo en lugar de Cuadernos para el Diálogo (Peces Barba y Ruiz Giménez: democracia cristiana). Descubrí la revista Índice de Dionisio Ridruejo porque entrevistaba a Dubcek, el artífice de la Primavera de Praga. Vindicación Feminista quería que me gustase, pero me parecía muy inferior a otras infinitamente más voluptuosas. Era seguidor a ultranza de El Viejo Topo, que almacenaba; hace unos pocos años me desprendí de la colección. Tampoco me iba Ajoblanco.

Con estos antecedentes no puedo ser complaciente con la perspectiva de género. La perspectiva en sí es la culminación plástica del antropocentrismo, una vez depuesto el teocentrismo. El Renacimiento geometriza absolutamente el espacio, dándole comprensión matemática, fijando simetrías y jerarquías, un orden minucioso y cada punto de fuga vuelve a ser otra imposición más. Es cosa ya muy antigua y coactiva que impuso una determinada cosmovisión.

La perspectiva fue revocada por la modernidad que hizo chocaran las perspectivas, los planos se yuxtapusieran, el policentrismo invalidara puntos de fuga, la matematización de la vida fue desechada; las formas y líneas geométricas se hicieron onduladas, sugerentes y sensuales como en la caligrafía árabe. No pesadas y de forja, geométricas como esculturas de Eduardo Chillida de la caligrafía hebrea: rendidamente veterotestamentaria y heteropatriarcal. Claro. La contemporaneidad nos ha descubierto las identidades múltiples y compartidas, fragmentarias, la multipolaridad, la concurrencia y simultaneidad. No hay nada parecido (hasta ahora) a una perspectiva dogmática, excluyente y totalitaria.

Una gran perspectiva es la cristiana, que se dirige a sus fieles y tiene una función moral y espiritual explícita y milenaria. La perspectiva de género es muchísimo más osada y gaseosa. Siguen intentando ¡adoctrinar! incluso a jueces con sus obsesiones filiformes muy tensionadas. La ideología es la que esconde incultura acerva, delirio y pseudo-religiones posmodernas. ¿Alguien imagina a la Iglesia pretendiendo (con cursillos) de los jueces "perspectiva cristiana" para sus sentencias?