Pudiera parecer una pregunta retórica, incluso con trampa; pero la realidad es que no existe una repuesta equilibrada, objetiva, plausible; incluso es una pregunta que no se podría contestar con un sí o con un no por la sencilla razón de que la realidad a veces se enfrenta a la estadística, a los números que leemos en la prensa y que dependen del medio que los publique, y no digamos ya de la propia fuente en que se inspiran, lo que podría arrojar respuestas contradictorias.

Lo que es una realidad incuestionable es que el destino Canarias ha sido favorecido durante un periodo de años, que para algunos podrían suponer considerables y en cambio otros sectores interesados podrían entender que más bien escasos, por un flujo turístico del que en principio era ajeno, y que por motivos de índole de seguridad, económicos, políticos, incluso bélicos, los grandes turoperadores han reubicado en nuestra área geográfica con un resultado positivo para todos: para los propios empresarios mayoristas de las agencias de viajes; para Canarias, por supuesto; pero sobre todo para los propios turistas que han visto y comprobado "in situ" con el mayor de los agrados que existía el paraíso a pocas horas de viaje de sus casas, sin necesidad de sufrir sobresaltos e inseguridades físicas; y, de camino, conocer ciudades, pueblos y alojamientos turísticos, dignos de los mejores elogios; además de descubrir una cultura sorprendente, unos paisajes inolvidables, un pueblo acogedor y entrañable y una gastronomía distinta, variada y que pone de manifiesto la identidad cultural del Archipiélago canario.

Y llegados a ese punto, algunos implicados -instituciones, empresarios, trabajadores del sector e incluso ciudadanos- supieron y entendieron que dicha racha de suerte no iba a durar para siempre; por lo que la mejor opción para todos debería ser aprovechar dicha ocasión del destino para mejorar la oferta turística e intentar cada uno -desde su propia óptica y posición institucional, empresarial, laboral o personal-, hacer lo posible para que nuestros turistas de siempre, más los nuevos añadidos, se sintieran lo más cómodos, felices y gratificados posible, como para que desearan volver a visitarnos las veces que hiciera falta; porque realmente habríamos conseguido que se sintieran como en casa y se marcharan con el bagaje de la experiencia de un viaje inolvidable.

Para ello, la mayoría de los implicados en gestionar esta oportunidad han entendido que había que mejorar infraestructuras, alojamientos, ofertas y entretenimientos; pero sin caer en la tentación de morir de éxito, pensando que dicha oportunidad no nos iba a durar para siempre. Lo más razonable era pensar que la dicha de ese aumento de turistas tenía que ser limitada en el tiempo porque su resolución siempre iba a estar fuera de nuestro control.

Como así ha sido. Y a algunos, los más previsores, les ha cogido advertidos y tan solo han tenido que ajustar algo sus plantillas y sus ofertas. Pero otros, los que pensaron que este maná no solo iba a durar en el tiempo, sino que tal vez fuera en aumento, y que se dedicaron a ampliar sus alojamientos en vez de mejorarlos, incluso a construir nuevos hoteles e infraestructuras, a ampliar como locos plantillas y ofertas inviables, ahora se ven con la cruda realidad llamando a sus balances de cuentas. Y lo peor es que han optado, a veces de forma precipitada, irresponsable e insolidaria, por ajustes desmedidos donde en el mismo saco han colocado a directivos, empleados, abastecedores y, sobre todo, a clientes, bajando los precios, pero también el nivel de exigencia y, mayormente, el de calidad y excelencia.

Y entre morir de éxito y sobrevivir a cualquier precio siempre debe encontrarse un lugar donde se puedan salvar la imagen y el prestigio; ya sea del destino, de la marca, o incluso de los propios directivos que se ven muchas veces abocados a luchar abiertamente entre la fidelidad y la lealtad al patrón y a la cuenta de resultados, y la integridad y la profesionalidad con quienes tienen el deber de ofrecerles una oferta de calidad acorde al precio y al prestigio del destino o de la marca que se oferta.

De todas formas, y si acudimos a los fríos y descriptivos datos que habitualmente se publican en los medios de comunicación acerca de cómo marcha nuestra primera industria, el turismo, hay datos para todos los gustos: "España podría cerrar el año sin incrementos en turistas". "Se observan en la primera mitad de 2018 algunos indicadores que marcan un cambio en la tendencia". "De cómo sea el flujo de turistas, si moderado, nulo o incluso negativo, de los grandes emisores -Reino Unido, Alemania y Francia-, dependerá el comportamiento futuro de nuestra primera industria". "Durante el pasado mes de julio ha aumentado el alojamiento en los hoteles de cinco estrellas en un 17,2 %, mientras que los hoteles de cuatro y de tres estrella sufrieron un descenso del 1,5 % y del 4 % respectivamente". "El turismo peninsular se recupera con respecto a otros años".

En definitiva, aunque hayamos tocado techo, lo importante es mantener nuestro nivel de exigencia sin bajar la calidad. Nos jugamos nada menos que el futuro.

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