Todo empezó en 2012 cuando la osada octogenaria Cecilia Giménez quiso reparar los efectos del tiempo en una pintura de la capilla de la Misericordia del pueblo aragonés de Borja. Se trataba de la copia libre de un Ecce Homo de Guido Reni, realizado en 1930 por Elías García Martínez, catedrático de la Escuela de Arte de Zaragoza. La ignorancia, la buena voluntad y el exceso de entusiasmo de la vecina se tradujeron en un adefesio famoso que recorrió el mundo a través de los medios y las redes sociales, y convirtieron al pueblo aragonés en una meta para cuantos quisieron divertirse a cuenta del estrafalario dislate que, además del variado y rentable merchandising, dieron argumento para una ópera bufa Made in USA.

Seis años después, en la navarra Estella, y esta vez a cargo de una profesora de manualidades, se perpetra otro lamentable disparate al cubrir, con pintura al aceite, la policromía de una talla del siglo XVI -la escultura equestre de San Jorge-, una de las obras más valiosas de la iglesia de San Miguel. La torpe actuación -como en el caso anterior- sorprendió a los fieles y, denunciada por la prensa, desató un río de críticas técnicas e institucionales que, hasta el momento no han reparado los daños que, según algunos especialistas, podrían ser irreversibles. Lo único positivo del segundo dislate es que, al contrario que en Borja, nadie se lo toma a coña ni lo defiende como atracción y fácil negocio turístico.

Y, como no hay dos sin tres, una estanquera de Rañadoiro, en el concejo de Tineo, se dedicó, sin permiso alguno y por su cuenta y riesgo, a cubrir con pintura barata hasta cinco esculturas románicas de formato medio. Tras su actuación, las maltratadas obras se mostraron irreconocibles para los técnicos del Departamento de Cultura del Gobierno de Asturias que acudieron a inspeccionar el desastre. Para reparar los daños, se requiere una intervención radical que eliminará inevitablemente los restos de la policromía original.

Con todo, el desinterés y la frivolidad con la que algunas administraciones y medios han tratado estos sucesos son las señales de las carencias que, en materia de patrimonio, padece este país nuestro, tan dado a la grandilocuencia como a la lamentable desidia.