Hay una cierta preocupación en la calle sobre una nueva crisis o desaceleración y me pregunto, ¿acaso no estamos en una permanente ola de euforia y desánimo económico desde el primer al último día que nos dedicamos a trabajar, bien por cuenta propia o cuenta ajena?

La economía, y cada uno de sus componentes, no tiene mayor índice de permanencia que la capacidad de afrontar la coyuntura con una bolsa estructural lo suficientemente fuerte como para que no se vacíe sin que siga llenándose.

Se hace necesario disponer de una fuente de datos fiable y rodearse de aquellos profesionales que, sabiendo más que nosotros, complementan y fortalecen nuestras debilidades estructurales propias y ajenas, generalmente desconocidas, en beneficio de una reestructuración ordenada o una diversificación pausada.

Los beneficios empresariales, el empleo, la financiación, las inversiones, la recaudación fiscal, el mercado, los clientes, los proveedores o las alianzas pueden ser más o menos estables en el tiempo, pero pocas alcanzan la gloria eterna.

Así, el binomio de saber adelantarse a los acontecimientos o administrar los tiempos, son el yin y el yang de la economía y tal vez de la vida misma, donde el miedo, la vulnerabilidad o la cobardía no tienen cabida.

No podemos olvidar tampoco que no hay recetas genéricas para aquello que nos afecta negativamente, pues lo que nos amenaza a unos es el caldo de cultivo para las oportunidades de otros.

En resumen, busca un faro y ponte bajo su luz con los ojos abiertos, pues emprender en la vida es una vocación solitaria, paradójicamente, de muchas personas.