Alguien grita fuego y la gente corre espantada hacia las salidas. Alguien grita muerte y la gente corre hacia las guillotinas. El asunto de salvar el pellejo propio y disfrutar de la desgracia ajena es una vocación gregaria. Por eso el gran público, hace no tanto, iba a las ejecuciones como el que se iba a los toros.

Ahora mismo, España es un cadalso. Cada mañana le vamos dando el paseíllo a algún desgraciado cogido en falta. Hoy puede ser un máster conseguido de forma dudosa. Mañana una deuda malpagada con Hacienda. Nos asomamos cada día a los medios con la curiosidad de saber a quién le toca. Hemos pasado del tingo al tango de una forma pasionalmente desproporcionada. En un país por el que hace no tanto campaban felizmente pícaros y chorizos hemos creado un régimen de un puritanismo tan estricto que produce escalofríos. Y no digo yo que no necesitara la cosa un meneo, pero es que estamos a un paso de crear la policía del pensamiento.

El Gobierno socialista lleva plantadas dos cruces en el Monte del Olvido. Un ministro de Cultura que llevó mal sus cuentas con Hacienda y una ministra de Sanidad que obtuvo un máster regalado, por la cara y sin esfuerzo académico. Nada, por cierto, que no hayan hecho muchos otros. Porque los mismos españoles que asistieron complacientes a la ejecución mediática de los ministros son los que pasan las facturas sin el IVA, los que han copiado en los exámenes o los que se saltan la cola del hospital si tienen un primo que es celador. Pero la pasión de Pedro Sánchez no ha terminado y aún tiene que beber del cáliz del dolor.

Al ministro de Ciencia, Pedro Duque, le han sacado una sociedad patrimonial con la que, al parecer, pretendía ahorrarse impuestos. O sea, justo lo que haría cualquiera que pudiera. Y a la ministra de Justicia, Dolores Delgado, le han sacado unas grabaciones de cuando era fiscal, donde calificaba de "maricón" a su compañero el juez Marlaska. Una barbaridad de las muchas que se sueltan en una conversación privada y entre copas.

O sea, hay dos nuevos ministros que están siendo empujados con entusiasmo hacia la cuchilla. El espectáculo debe continuar. Tal vez dentro de poco, estaremos escarbando en la infancia de los personajes públicos, para saber si se mearon en la cama. O pediremos una prueba con el detector de mentiras.

Es verdad que Pedro Sánchez condenó expresamente en su día lo mismo que ha hecho su ministro astronauta ("Si una persona tributara menos con una instrumental estaría fuera de mi Ejecutiva al día siguiente", dijo en 2015 hablando del "caso Monedero"). Pero Pablo Iglesias puso a parir a los comunistas y hoy van juntos a las elecciones. La vida cambia. Nos hacemos viejos. Y nos damos cuenta de las estupideces que hemos dicho y hecho en el pasado.

Esto de ser ministro se está convirtiendo en una profesión de riesgo, como torero, bombero o concejal de Urbanismo.