Entre sus deseos y mentiras, sus delirios populistas y sus descalificaciones sectarias a los errores y aciertos del poder central, el independentismo catalán -o sea, la peña rancia que lo guía y representa, lacayos y monaguillos de Pujol y su honesta saga- coló una petición tramposa vestida con turbios tules e invocaciones de legalidad, siempre en aras de sus intereses que no se atreven a reivindicar por narices u otras partes anatómicas.

Reclaman, nada más y nada menos, sin empachos ni remilgos, la conversión de la deuda de su pésimamente gestionada Generalitat -54.382 millones de euros- en perpetua y aseguran que esa "es una operación posible en política". Esa cantidad que quieren transferir al futuro, supone la tercera parte de la totalidad de los créditos del Fondo de Liquidez Autonómica adeudados por todas las comunidades al Estado, que alcanza los 164.389 millones de euros y fija un plazo de diez años para su devolución.

Como cabeza visible, que no único autor de la ocurrencia, entró en danza el vicepresidente económico Pere Aragonés que, en una merienda para empresarios adictos, resaltó los objetivos de la solicitada operación para relajar las condiciones y plazos de la deuda como un imprescindible alivio financiero y la única vía para poder volver a emitir en los mercados, además de un estímulo para atraer a inversores interesados.

Entre las inmediatas respuestas de los políticos de otros territorios debemos destacar por su claridad y contundencia la del presidente canario que censuró las pretensiones catalanas "porque un acuerdo de ese tipo extendería la idea de que no importa endeudarse porque ya vendrán otros después a arreglarlo". A juicio de Fernando Clavijo, "Canarias ha hecho su tarea con rigor" y destacó que era "la comunidad menos endeudada del país en euros por habitante". Por esa razón, exige igualdad de trato para los residentes en las Islas y no admitió que otros ciudadanos -caso de cumplirse las aspiraciones catalanas- tuvieran "más privilegios que los canarios", ciudadanos de la comunidad con más singularidades y hándicaps del Estado.

En su sectaria deriva, los capos del pequeño país del norte siembran agravios y provocan respuestas que, hasta la fecha y por solidaridades territoriales, se habían ahorrado. Sigue la farsa.