Conversación previsible en el futuro: "¡Ey, que te dije sin plomo 95!". "Y eso le he puesto, señor!". "Pero ahí pone E5...". "Pues eso". Esto se dará más de una vez desde el próximo 12 de octubre, ese día de la Hispanidad con tantas lecturas, en todas las gasolineras de la Unión Europea, así como de Noruega, Suiza, Islandia, Liechtenstein, Macedonia, Serbia y Turquía. Se dará porque, aunque habrá un periodo de transición en el que convivan las distintas etiquetas, se acabarán erradicando de los surtidores los términos "gasolina sin plomo 95" o 98, gasoil (el de siempre) o el especial (optima o e+10).

En una sustitución paulatina, y sin duda con aparente potencial de lío, al menos al principio, los consumidores se toparán con una amplia nomenclatura de alguna letra mayúscula con números o solo mayúsculas: casi como aquella tabla periódica de las clases de Química del colegio o instituto que tanto gustaron a unos como detestaron otros.

El cambio, más bien una revolución nominal que tendrán que aplicar desde el principio los que adquieran coches desde ese 12 de octubre, se debe a la lucha global, aunque con especial sensibilización en Europa, contra los carburantes más contaminantes: los que más combustibles fósiles utilizan. Por eso, se ha decidido esta unificación de los etiquetados que multiplica las designaciones y que, sin duda, costará un poco aprenderse a los conductores de mente menos flexible y permeable a los cambios.

En este camino hacia las energías limpias, por mucho que, por ejemplo, la introducción del coche eléctrico y el avance en las baterías que necesita no lleven el alto ritmo que se presumía, los surtidores mostrarán ahora tres tipos de figuras con las claves de los combustibles en su interior. Así, las etiquetas con un cuadrado se referirán a los diesel y tendrán tres tipos: el B7, para los vehículos que aceptan gasoil con un máximo de un 7% de biodiesel; el B10, elaborado para los que llegan a un 10% de biodiesel y los que responden a la combinación XTL, exclusivos para los que usan diesel parafínico, elaborado a partir de material fósil.

En el caso de los coches de gasolina, la figura será el círculo y dentro se leerá, por ejemplo, E5, previsto para los que toleran gasolina con un 5% de etanol. También estará la E10, para los que llegan a un 10% y la E85, para los que alcanzan un máximo del 85%.

Dentro de rombos estarán los distintos gases. Así, se podrá leer H2, para los que se mueven solo con hidrógeno; CNG, para los de gas natural comprimido; LPG, destinado a los de gas licuado de petróleo y LNG, siglas que atañen a los de gas natural licuado.

Los que compren vehículos desde ahora verán en ellos el etiquetado que le corresponde, pero los que mantengan el actual durante mucho tiempo tendrán que acostumbrarse a esta nueva nomenclatura, que cambia, para colmo, entre distintas compañías porque no llaman igual al gasoil o gasolina. Así, Cepsa etiquetará su actual gasolina star 95 y la optima 95 como E5, mientras que la optima 98 como E10. Por su parte, para el diesel star y optima usará el B7. En el caso de Repsol, sus gasolineras emplearán el E10 para la que llaman gasolina efitec 95 y efitec 98, mientras que B7 se referirá al diesel e+ y al diesel e+10.

Como se puede comprobar, parece un examen de química, aunque con una restringida tabla periódica. Otra cosa será aquellos casos en los que se usen varios coches y se cambie mucho.

¿Están preparadas las estaciones de Canarias para el cambio?

Al tratarse de una orden europea a cumplir por los gobiernos centrales, en el cambio solo opera el Ministerio de Industria y no la consejería regional. Según ha comprobado El Día, los trabajadores de las gasolineras isleñas, así como los del resto de zonas afectadas por la transición, recibieron hace semanas un resumen de las modificaciones. En Tenerife, al menos, ese texto se condensa en cuatro folios con los motivos ecológicos que han traído esta apuesta, así como las nuevas nomenclaturas y consejos a la hora de atender al cliente. No obstante, y según apuntan diversos operarios a este periódico, no creen que haya tantos problemas para la adaptación porque, durante la transición, convivirán las etiquetas antiguas y nuevas, aparte de que los conductores seguirán pidiendo los carburantes actuales hasta que, poco a poco, se vayan acostumbrando a los nuevos nombres. La medida se une a la que ya han ido adoptando grandes ciudades, como Barcelona, a cuya zona central no se puede acceder con vehículos diesel previos a 2006 o de gasolina anteriores al año 2000 por su mayor contaminación.