La llegada de la menopausia trae consigo una serie de cambios que afectan a diferentes aspectos, entre ellos las relaciones sexuales: más de la mitad de las mujeres padece algún tipo de disfunción sexual y todavía muchas se resignan, a pesar de que se puede afrontar con ayuda.

Son datos del estudio Revive, realizado por la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) y presentado ayer en rueda de prensa junto con la campaña "#No te conformes", con la que esta sociedad científica quiere llamar la atención sobre el derecho de las mujeres tras la menopausia a una vida sexual plena y satisfactoria.

El déficit de estrógenos que se produce en esta etapa causa, por un lado, síntomas vasomotores, como la sudoración nocturna, los sofocos o la irritabilidad y, por otro, cambios en el aparato genitourinario, al volverse la pared vaginal más fina, menos elástica y más frágil con la edad.

Mientras que los primeros suelen desaparecer al cabo de uno o dos años, los segundos no solo no lo hacen, sino que van en aumento si no se tratan.

El doctor Rafael Sánchez Borrego, coordinador del Grupo para Estudio de la Salud Sexual de la AEEM, explicó en este foro que una de cada dos mujeres sufre atrofia vulvovaginal, cuyos síntomas son sequedad, picor, irritación en la vagina y, sobre todo, dolor durante las relaciones sexuales.

El estudio, en el que participan españolas de entre 45 y 75 años, revela que el 75% de las mujeres, tanto con pareja como sin ella, dice seguir manteniendo relaciones sexuales tras la menopausia, si bien en el momento en que empiezan a notar esos síntomas los actos sexuales "caen drásticamente".

La falta de deseo suele ser una consecuencia secundaria: si la sexualidad deja de ser gratificante.