La Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra cada 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental. La conmemoración nació igual que lo hacen la mayoría de las efemérides, para visibilizar una realidad sobre la que había poca conciencia social pero, también, para acabar con todos los mitos que históricamente se habían asociado a ella. Estos días, en los que el calendario ha vuelto a fijar nuestra atención sobre este asunto, he pensado mucho sobre cómo y cuánto hemos avanzado en la erradicación de prejuicios. La prevalencia de los trastornos mentales continúa aumentando y la forma en que los afrontemos nos define como sociedad. Tengo claro que el reto sigue estando incompleto y que nos atañe a todos.

El tema escogido este año por el organismo internacional ha sido "Los jóvenes y la salud mental en un mundo en transformación". Los problemas de salud mental afectan a cualquier edad, pero la elección de los jóvenes no es baladí. La entrada en la adolescencia y los primeros años de la edad adulta traen consigo numerosos cambios: es cuando dejamos el colegio para ir al instituto o a la universidad, empezamos a trabajar, nos independizamos... Puede ser una época apasionante, llena de retos, pero también generar estrés o aprensión. No identificar un sentimiento a tiempo puede derivar en una patología mental. La OMS recuerda, además, que en los países desarrollados el uso cada vez mayor de tecnologías en línea, que aporta muchos beneficios, añade tensiones adicionales. Los datos son contundentes: en la actualidad, la mitad de las enfermedades mentales comienzan antes de los 14 años, pero la mayoría de los casos ni se detectan ni se tratan.

Es aquí donde cobra importancia una palabra que en los últimos tiempos se ha puesto de moda: la resiliencia. Tenemos que trabajar en la creación de una resiliencia mental desde edades tempranas para reducir sentimientos de angustia y prevenir algunas enfermedades mentales que se pueden iniciar en la adolescencia. El entorno -la familia y la escuela, fundamentalmente- es el factor que más puede ayudarles a crear aptitudes que les permitan afrontar los cambios y las adversidades que trae la vida.

Las administraciones públicas canarias tenemos una responsabilidad ineludible en este sentido. La salud mental está determinada por múltiples factores socioeconómicos, biológicos y medioambientales. Debemos trabajar cada día para promover una sociedad libre de estereotipos y, además, poner al alcance de los ciudadanos los recursos que les permitan gozar de una salud mental mejor y trabajar para que no sufran discriminaciones por ello. La prevención, la investigación y la atención son los tres pilares. Por ello, en Canarias estamos trabajando en una Estrategia de Atención Temprana y diseñando el Plan de Salud Mental del Archipiélago en colaboración con los expertos, al mismo tiempo que incentivamos la inserción laboral de personas con trastorno mental, una de las mejoras formas de integración que existen.

Es el camino en el que estamos, que nunca se acaba y que debemos recorrer siempre en compañía de asociaciones y pacientes. Pero es un viaje que todos hemos de hacer, seamos gestores de lo público o ciudadanos, porque es de justicia y porque todos podemos vernos afectados.

*Consejera de Empleo, Políticas Sociales y Vivienda