María Dolores Santana del Castillo y Marcelino Reyes González forman un matrimonio de artesanos empeñado en conservar una tradición que antaño unía a muchas familias de San Juan de la Rambla. Desde hace años, esta pareja, con ayuda de un reducido grupo de vecinos, organiza la representación de una costumbre perdida: bajar de las medianías a los charcos de La Rambla de los Caballos para remojar la cosecha de chochos y, de paso, el mimbre y la badana para fabricar cestos.

María Dolores Santana explica que, coincidiendo con la llegada del otoño y la celebración de la Fiesta del Humo, "los vecinos de la parte alta bajaban caminando para poner en remojo los chochos, las badanas y los mimbres. Muchos aprovechaban esa celebración para acercarse a la costa, disfrutar de la fiesta y, de paso, dejar los chochos en remojo en algunos de los charcos de la zona. Familiares o amigos se encargaban de cuidarlos en los tres o cuatro días que debían permanecer sumergidos en el agua salada".

"Casi todas las familias lo hacían en San Juan de la Rambla, pero ya no se hace. Solo lo mantenemos nosotros. Ahora somos más cómodos y nadie baja al mar ni se queda varios días pendiente de los chochos. Es un trabajo laborioso porque hay que ponerlos en sacos, atarlos, calzarlos con piedras y estar atentos para que no se los lleve la marea", detalla Santana.

El cultivo de los chochos sí se mantiene porque se aprovechan "tanto para comer como para abonar y oxigenar los terrenos".

Santana añade que los chochos se pueden remojar "el tiempo que quieras, según los gustos, pero antes lo normal era varios días. Si se ponen a remojar en casa, con agua y sal, entonces hace falta una semana más o menos, con cambios constantes de agua".

Pese a que los chochos se ponen en agua salada, tradicionalmente se habla de "endulzar los chochos". La clave está en que la sal quita el amargor de esta leguminosa, "que es la más amarga de todas".

Antes de llegar a los charcos, los chochos deben pasar casi un año en la huerta. "Cuando se secan las vainas, se recogen y se apalean al sol sobre una manta. El grano luego hay que aventarlo para quitarle toda la cascarilla. Luego se hierven durante varias horas, incluso si su destino es alimentar animales. Si no se cocinan, son muy indigestos. Una vez cocinados, hay que remojarlos", señala esta guardiana de las viejas tradiciones.